El retorno de los inspectores de Naciones Unidas a la capital iraquí no significa que la guerra haya sido abolida en una región radicalmente inestable, convulsa y petrolera, en la que se cruzan los más feroces antagonismos. Estamos en el comienzo de un azaroso proceso que pondrá a prueba no sólo las intenciones del dictador iraquí, sino también los objetivos de Washington y la credibilidad de la ONU. La resolución 1441, al eliminar las ambigüedades, ejerce una presión máxima sobre el régimen de Bagdad, pero el comportamiento sinuoso o falaz de Sadam Husein invita al escepticismo.No sabemos si está dispuesto a pasar por las horcas caudinas de una inspección exhaustiva para evitar la guerra. Tampoco está claro si

George Bush pretende desarmar o derrocar a Sadam. Ante las previsibles tensiones entre los inspectores y Washington, el menor incidente puede ser utilizado como pretexto para desencadenar la conflagración. La guerra sigue siendo la alternativa más probable.