La excelente serie británica Years and years, de la BBC, que en España emite HBO, arranca con un ataque nuclear lanzado por EEUU en los últimos días de la presidencia de Donald Trump en el 2024. Sí, han leído bien: sus creadores dan por hecho que repetirá mandato. El objetivo de la bomba atómica es Hong Sha Dao, una isla artificial china convertida en base militar. Mueren miles de personas. En el sexto y último capítulo, la matriarca de la familia Lyons, que son el hilo conductor, Murial Deacon (interpretada por Anne Reid), asegura que sacar a un loco de la cueva no garantiza nada porque el problema es la cueva. Podría ocuparla un payaso.

La serie se centra en un Reino Unido posbrexit con una política, Vivienne Rook, interpretada por Emma Thompson, que recuerda a Trump y a Boris Johnson, otro político sin vis cómica que se interpreta a sí mismo, un narcisista patológico. ¿Podría empezar la Tercera Guerra Mundial por un tuit de alguno de estos personajes? Hace un mes estuvimos cerca de una escalada militar entre EEUU e Irán por un supuesto sabotaje contra dos superpetroleros cerca del estrecho de Ormuz. Mike Pompeo, exdirector de la CIA y actual secretario de Estado, culpó a Teherán y publicó un vídeo que parecía un montaje.

En todo crimen hay que preguntarse, ¿a quién beneficia? A Irán, no, desde luego. Dos expertos británicos con más de 30 años de experiencia sugieren en un texto titulado Cómo las fake news nos pueden empujar a la guerra, publicado en The Guardian que fue una operación encubierta de un tercero, probablemente Arabia Saudí o Israel, los más partidarios de que EEUU ataque a Irán y les quite un problema de encima.

Creado el ambiente adecuado, los halcones de la Casa Blanca aprovecharon el derribo de un dron estadounidense en Irán para poner en marcha bombardeos de castigo. Tampoco está claro si ese avión no tripulado estaba dentro de territorio iraní, como asegura Teherán, o en una zona internacional. Con los aviones en el aire, Trump canceló la operación. Dijo que la respuesta iba a ser desproporcionada. Es su forma de negociar, llevar la tensión al límite.

Cohabitación

Aunque Trump no picó del todo, acaba de ordenar el envío de barcos de guerra para proteger petroleros y el Reino Unido detuvo uno iraní en Gibraltar. En esta guerra de propaganda no son necesarios el Consejo de Seguridad ni las leyes internacionales. En el Despacho Oval cohabitan dos grupos, los partidarios de la guerra, encabezados por John Bolton, uno de los inventores del peligro de las armas de destrucción masiva de Sadam Husein, y otro que lidera el Pentágono, algo más cauto.

A Trump no le gusta que le derriben drones (sin víctimas), pero lo que más le enferma es que le falten al respeto. Si el presidente iraní duda de su capacidad, él le insulta en Twitter, lo mismo que ha hecho con el embajador británico que le calificó de incompetente en un informe interno filtrado a los medios de comunicación. Trump tiene el tuit más rápido del Oeste.

Las fake news son las mentiras de siempre. Desde que Sun Tzu escribiera El arte de la guerra se sabe que el engaño es parte esencial de la estrategia. En esto, en EEUU son alumnos brillantes. En 1898, el presidente estadounidense William McKinley se aprovechó de las informaciones falsas de William Hearst para convertir un accidente en el Maine, anclado en el puerto de La Habana, en un acto de guerra contra España. Años después, el 4 de agosto de 1964, EEUU se inventó un ataque del Vietcom en la bahía de Tonkin para entrar en guerra contra Vietnam del Norte. Y en el 2003, el cuento de las armas para derrocar a Sadam Husein.

Ciudadanía desprotegida

La diferencia entre las fake news y las mentiras de siempre es que ahora son masivas a través de internet. Añadan este hecho a la crisis de los medios tradicionales, zarandeados por la crisis del 2008 y el cambio tecnológico, y obtienen una ciudadanía desprotegida. El poder, en eso Trump es un maestro, alienta esta debilidad con ataques constantes al mensajero, convertido en prensa falsa y enemiga del pueblo. Es lo que dice de The New York Times.

Aunque un 60% de los españoles se cree capaz de detectar una noticia falsa, solo el 14% pasa la prueba. En EEUU, deben andar peor porque ya venían flojos de cultura general y geografía. En el 2006, un 43% aún creía que los atentados del 11-S eran obra de Sadam Husein. Trump no aterriza desde el espacio, es un producto de nuestra ignorancia.