Entre escombros y enfermos de cólera, Haití vota hoy a su presidente. Será la persona que lidere la reconstrucción y sobre la que recaerá la ingente labor de poner en marcha un país devastado por el terremoto del pasado 12 de enero y apuntillado ahora por la epidemia. Los haitianos renovarán también el Parlamento y dos terceras partes del Senado.

El rompecabezas haitiano está integrado por múltiples piezas que no se pueden deslindar. Cuando la tierra tembló dejó 230.000 muertos y un millón y medio de personas viviendo hacinadas en campos de desplazados, donde garantizar el agua potable y ordenar las deposiciones de tanta gente es un reto diario. Pero a juzgar por cómo la comunidad internacional se llenó la boca con cifras llenas de ceros para reconstruir la isla, los campos de desplazados eran solo una solución temporal.

Sin embargo, a los 10 meses, de los 5.300 millones de dólares comprometidos por los donantes para los dos primeros años la comisión interina para la reconstrucción de Haití apenas ha recibido un 2%. La comisión, integrada por donantes y Gobierno de Haití, solo se ha reunido tres veces en ocho meses (la última, por videoconferencia).

Así, el millón y medio de desplazados no han sido reubicados y podrían estar mucho tiempo en condiciones de máxima insalubridad. Es un terreno abonado para el cólera, que ya ha matado a casi 1.400 personas y amenaza a unas 200.000.

Los haitianos pierden la paciencia y la confianza en la comunidad internacional, representada por la Misión de Naciones Unidas para la Estabilización de Haití. No solo no perciben mejoras, sino que además creen que los cascos azules nepalís les han traído el cólera. La acusación, desmentida por Naciones Unidas, ha provocado brotes violentos la última semana.

PESIMISMO "El futuro presidente tendrá un trabajo muy duro", reflexiona el cónsul de Haití en Barcelona, Marc Antoine Archer, que apostilla: "La visión del futuro de mi país es muy pesimista". El cónsul defiende que las elecciones se celebren, pese a la precariedad y la inestabilidad del país. "Posponerlas aumentaría esta inestabilidad". "Haití es débil para exigir a los donantes que cumplan sus compromisos", apunta Archer para añadir: "El país no interesa, no ofrece ningún tipo de contraprestación geoestratégica".

En el flanco humanitario, las oenegés sanitarias alertan ante la rapidez con la que se extiende la epidemia. El jefe de misión de Médicos Sin Fronteras en Haití, Francisco Otero, explicó que están atendiendo 700 casos diarios, con distinta afectación, en todo el país. "Si la epidemia se dispara, los medios que tenemos no serán suficientes", alerta Otero vía telefónica, para insistir en que es necesaria una mayor respuesta internacional.