Haití celebra este domingo las elecciones con la necesidad imperiosa y urgente de un cambio de rumbo que le aleje de la situación de extrema pobreza que vive desde que sufrió el último gran terremoto. El país más castigado del planeta acoge las urnas supervisado por 23.800 agentes de policía, los haitianos eligen quién debe liderar la reconstrucción tras el salvaje terremoto que acabó con 316.000 vidas y que dejó sin hogar a más de un millón. La conservadora Mirlande Manigat, académica de 70 años, apoyada por intelectuales locales, gran parte de las mujeres y la Iglesia católica aspira a la presidencia. Su avanzada edad, lejos de ser un problema, se ha convertido en uno de sus mejores argumentos para el triunfo, en principio vacunada ante el latrocinio que ha imperado en el país en las últimas décadas. El partido del expresidente Aristide está excluido de los comicios, mientras Michel Martelly, el Carlinhos Brown de Haití, adorado por jóvenes y pobres, absolutamente alejado de las estructuras políticas del país y absolutamente ignorante de los entresijos del poder se antoja como el contrapoder ideal para acceder al nuevo Haití. Sweet Micky ha unido a un heterogéneo grupo a su alrededor: pastores evangélicos, empresarios millonarios y el idolatrado rapero Wyclef Jean. Los 4,7 millones de electores tienen la palabra.