Por primera vez en la segunda Intifada, el horror y la muerte llegaron a Bersheva, la ciudad más importante del sur de Israel. Al menos 18 personas --16 israelís y dos suicidas palestinos-- murieron ayer y otras 91 resultaron heridas --15 de ellas de gravedad-- en un sangriento doble atentado suicida contra dos autobuses. El grupo Hamás asumió el ataque como uno más de los actos de venganza por los asesinatos de sus líderes Ahmed Yasín, en marzo, y Abdelaziz Rantisi, en abril.

El doble atentado es el primer ataque suicida en Israel desde el 14 de marzo. No por ello puede afirmarse que rompe un periodo de calma, ya que, en estos meses sin suicidas, han muerto 31 israelís y 345 palestinos, según datos del Ministerio de Exteriores israelí y del Creciente Rojo. Pero este ataque supone un macabro éxito para Hamás, que demuestra que aún tiene capacidad para golpear en Israel, y dentro de la política israelí carga de razones a los que se oponen al plan de evacuación de los asentamientos de la franja de Gaza impulsado por Ariel Sharon.