Hamás expidió ayer el certificado oficial de defunción de la tregua con Israel en Gaza, a pesar de que, desde noviembre, las escaramuzas de uno y otro bando la habían convertido en papel mojado. El anuncio de los islamistas llega un día antes de que se cumplan los seis meses del alto el fuego negociado con la mediación egipcia y refleja el descontento de su cúpula dirigente con los frutos obtenidos durante este periodo de calma. Las condiciones de vida en Gaza han empeorado y, según interpretan los analistas, Hamás se dispone a enseñar los dientes para tratar de negociar más tarde en condiciones ventajosas.

Como preludio a la probable escalada militar que se avecina, las facciones palestinas de la franja han lanzado en los últimos tres días medio centenar de cohetes sobre el sur de Israel, aunque algunos forman parte de la respuesta a la muerte de un miliciano de la Yihad Islámica en Cisjordania. El miércoles los proyectiles hirieron a dos israelís en Sderot e Israel contratacó matando a un palestino en Gaza. Ayer se repitió el intercambio de ataques con menor intensidad, de momento, muy por debajo de los niveles registrados en las semanas previas al inicio de la tregua el pasado 19 de junio.

A ojos de Hamás la calma apenas ha aportado beneficios. En lugar de aliviar el cierre fronterizo, como estipulaba el pacto, Israel lo ha recrudecido. En Gaza nadie se muere de hambre, pero la economía está destruida. Además apenas hay butano ni electricidad y, en pleno invierno, los más pobres tienen que calentarse con fogatas. Este inmovilismo del bloqueo ha sido el argumento empleado por los islamistas para no renovar la tregua, a pesar de que Israel estaba dispuesto a hacerlo.

"Si la calma continúa, habrá calma. Si la calma cesa, operaremos", decía ayer el ministro israelí de Defensa, Ehud Barak.

RESPALDO POPULAR En la decisión de Hamás pueden haber influido otras consideraciones. Los islamistas se sienten fuertes. Dieciocho meses de bloqueo israelí no han conseguido derribar a su Gobierno y mantienen un vigoroso respaldo popular. La prueba son las decenas de miles de personas que acudieron el domingo en la franja a celebrar su vigésimo primer aniversario. Además el dinero y las armas les siguen llegando. Los túneles entre Rafá y Egipto --se estima que hay entre 700 y 1.200-- funcionan viento en popa. Entran desde vacas hasta ordenadores. Pero además nutren las arcas islamistas con los impuestos que su Gobierno cobra a los dueños.

Otro factor son las dudas en el seno del Ejecutivo israelí. Por más que la ministra de Exteriores, Tzipi Livni, dijera esta semana que "Gaza no puede seguir controlada por Hamás", Israel no quiere en estos momentos aventuras en Gaza. Teme quedar empantanado en una operación sin fin que le obligue a reocupar temporalmente la franja.

Y a dos meses de las elecciones, un escenario semejante favorecería a la oposición de derechas. De modo que Hamás tiene la sartén por el mango. "Es posible que fuercen una escalada militar para acudir a los egipcios en busca de un alto el fuego con una mejor posición negociadora", dice un analista de Gaza.