La peor réplica del terremoto del lunes en Indonesia está a punto de llegar. La mayoría de los supervivientes del seísmo se han despertado hoy, por cuarto día consecutivo, sin nada que echarse a la boca. Nadie se salva de la desgracia. "Llevamos tres días pidiendo comida a los vecinos, comiendo galletas de desayuno, potabilizando el agua como podemos", explicó ayer por teléfono a este diario, desde la isla de Nias, Miguel Roncero, un bombero de Valencia, horas después de haber participado en el rescate de un niño de 13 años que llevaba 52 horas bajo las ruinas.

Roncero, junto con otro compañero de Bomberos sin Fronteras de Albacete, un equipo de Médicos del Mundo y dos socorristas noruegos, localizaron a Michel en el segundo piso de un edificio de cinco plantas que perdió tres de un plumazo por el terremoto. La noche del miércoles, los vecinos les alertaron de que habían oído voces. La operación duró tres horas.

BEBIDA Y UNA LINTERNA "Tenía tres forjados por encima. Todo lo tuvimos que hacer a mano. En cuanto pudimos le dimos una botella de agua y una linterna, para que se sintiera más seguro", narró con satisfacción Roncero.

Durante todo el día de ayer, el mismo equipo recorrió otras zonas destrozadas por el terremoto, pero no hubo tanta suerte. "Hemos estado tres horas buscando a una niña, que supuestamente había estado gritando y pidiendo ayuda, pero al final nada de nada".

Naciones Unidas informó ayer de que al menos 620 personas han muerto por el seísmo de 8,7 grados en la escala Richter, aunque se teme que esta cifra alcance las 2.000.