El presidente de EEUU, George Bush, puso ayer al exsecretario de Estado Henry Kissinger al frente de la nueva comisión independiente que investigará durante año y medio los atentados del 11-S, incluida su oscura financiación, en la que pueden haber participado señaladas figuras de la casa real saudí, como la princesa Haifa al Faisal, esposa del embajador saudí en Washington. En medio de un creciente escándalo e intentos de Washington por aplacarlo, la princesa se mostró ayer indignada "cuando la gente piensa que puedo estar relacionada con terroristas".

Haifa, hija del difunto rey Faisal, aseguró al diario The New York Times que sólo se proponía "ayudar a alguien que lo necesitaba", al enviar hasta 2.000 euros (332.700 pesetas) mensuales durante cuatro años a la esposa del saudí Osama Basnan, además de los 15.000 euros (2.496.000 pesetas) enviados por su esposo, Bandar bin Sultan, para cubrir la operación quirúrgica que la mujer, Majeda Ibrahim Ahmed, madre de seis hijos, requería.

DINERO PARA LOS SUICIDAS Algunas de estas sumas acabaron en manos de dos de los pilotos suicidas del 11-S, algo que ha sumido a la princesa y a su esposo en un escándalo y ha enturbiado las tensas relaciones entre Arabia Saudí y EEUU.

Bandar aseguró al Times su pesar por el escándalo y sus ramificaciones, y reiteró la cooperación de su Gobierno con Washington en la lucha antiterrorista. "Esto es una guerra, y estamos juntos en ella", recalcó, aunque desde el 11-S han menudeado las críticas en EEUU a la vista gorda hecha por Riad ante la financiación al terrorismo a través de organizaciones de caridad islámicas.

El secretario de Estado, Colin Powell, volvió a defender ayer a la princesa y a su esposo, y reiteró: "Tenemos una buena relación con Arabia Saudí".