Paso a paso, Gaza y con ella los territorios ocupados, se acercan al abismo de un enfrentamiento entre Al Fatá y Hamás. La explosión que ayer hirió gravemente a Tarek Abú Rajab, jefe de los servicios secretos y un fiel del presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abbás (Abú Mazen ), desembocó en una jornada de tiroteos entre milicias de Al Fatá y Hamás, que tuvo como guinda el asesinato por parte de Israel de un dirigente de la Yihad Islámica.

Sobre las diez de la mañana, una explosión en un ascensor del cuartel general de los servicios secretos hirió a Abú Rajab y mató a un guardaespaldas. En el camino entre el cuartel y el hospital de Gaza, agentes de seguridad y de la nueva policía creada por Hamás se enzarzaron en enfrentamientos que se repitieron todo el día pese al traslado de Abú Rajab a un hospital israelí.

ACUSACION DIRECTA Varios líderes de Al Fatá culparon a Hamás de estar tras del atentado, mientras que el Ministerio de Interior, controlado por los islamistas, dijo que a uno de los guardaespaldas de Abú Rajab se le cayó una granada. Horas después, Israel contribuyó al caos al bombardear un coche en el que viajaba Mohamed Dahduh, dirigente del brazo armado de la Yihad Islámica. Dos mujeres y un niño de 4 años también murieron. Además, durante todo el día el Ejército continuó con sus habituales bombardeos.

El resultado de tanta violencia es que Gaza es una ciudad encogida por el miedo, que se desangra por un enfrentamiento que cala en todas las capas sociales. Es la muestra de un enfrentamiento que en el ámbito político parte en dos la ANP en una crisis agravada ayer por el atentado contra Abú Rajab. Fuentes de Al Fatá informaron de que varios dirigentes del partido han exigido a Abú Mazen que cese al Gobierno de Hamás. Mientras, el primer ministro, Ismail Haniya, se pasó el día reunido en un de Gabinete de crisis.