Su nombre sigue siendo un misterio, pero su historia ha visto finalmente la luz y no es precisamente edificante. El hombre que dice haber matado a Bin Laden, uno de los 23 Navy Seals de la Marina estadounidense que asaltaron en mayo del 2011 la discreta guarida del líder de Al Qaeda en Abotabbad (Pakistán), se retiró del Ejército el año pasado y, desde entonces, las está pasando canutas para poder llevar una vida normal. No tiene pensión, ni cobertura médica ni protección para su familia. Es un héroe abandonado, otro veterano abocado a una traumática reinserción en la vida civil.

Así lo cuenta en un largo reportaje de la revista Esquire, donde se pone de manifiesto el trabajo que le queda por hacer a EEUU para hacer justicia a los militares que se juegan la vida en sus guerras. Las palabras del presidente Barack Obama en el último Día de los Veteranos suenan hoy más urgentes que nunca: «Nadie que luche por este país en el extranjero debería tener que luchar por un trabajo o un techo o la sanidad que se ha ganado cuando regresa a casa».

Pero eso es precisamente lo que ha tenido que hacer el señor X, como le llamaremos en estas líneas, el hombre que disparó tres veces en el rostro de Bin Laden al encontrárselo en el tercer piso del complejo de Abottabad, donde vivía escondido como un eremita junto a sus mujeres, su prole y la familia de su mensajero de cabecera. El mismo día en que se retiró de los Seals, uno de los cuerpos de élite de las fuerzas especiales, perdió el seguro sanitario. Él y su familia. «Te retiras y te retiran la póliza. Gracias por tus 16 años de servicio. Y ahora que te jodan», dice en el reportaje.

El Ejército da una pensión y un seguro a sus militares, pero solo cuando cuelgan las armas tras un mínimo de 20 años. X lo hizo algo más de dos años antes del período establecido tras servir en Irak y Afganistán desempeñando uno de los trabajos más ingratos y exigentes de la carrera militar. «Ibamos todas la noches a matar objetivos de alto valor», dice refiriéndose a su trabajo en Irak. «Si solo matábamos a cinco o seis en una noche, estábamos perdiendo el tiempo». Al retirarse antes de tiempo, no puede acceder por el momento a la pensión, una pensión que teniendo en cuenta el coste de vida por estas tierras es casi simbólica, ya que asciende a la mitad del sueldo base, en su caso, 1.670 euros.

Pero es otro asunto el que no le deja dormir. Tras dedicarse toda la vida a colarse en casas de otros como una sombra justiciera, teme ahora que alguien busque a su familia para vengarse. Porque aunque su identidad sigue siendo un misterio, cuando la Casa Blanca hizo público que había sido el Equipo 6 de los Seals el que acabó con Bin Laden, las televisiones aparecieron en su barrio de Virginia Beach para tomar imágenes. «Me siento hoy más amenazada por una venganza en forma de ataque terrorista en nuestra comunidad que hace ocho años», dice la esposa a Esquire.

Autodefensa

Esa comprensible paranoia les ha llevado a tomar algunas medidas de precaución. X ha entrenado a sus hijos para que se escondan en el baño ante la menor señal de peligro. Su mujer tiene siempre una pistola guardada en la mesilla de noche y un cuchillo en el armario. Y, en caso de que tengan que huir y esconderse, tienen preparadas maletas con comida, ropa y pertrechos para aguantar al menos dos semanas.

«Estamos intentando cambiar mi nombre, el de los niños y quitar a mi marido de la escritura de la casa. Acabar de pagar los coches...», cuenta su mujer, de la que está separado, aunque siguen viviendo juntos. «Esencialmente, borrarle de nuestras vidas por razones de seguridad porque seguimos queriéndonos».

Cuando X preguntó al Ejército si le podía dar protección en caso de que su identidad fuera revelada, solo le ofrecieron acogerse a algo semejante al programa de protección. «Me dijeron que me podrían encontrar un trabajo llevando cerveza en un camión en Milwaukee», cuenta X, refiriéndose a uno de sus comandantes en los Seals. «Lo perderíamos todo», apostilla.

Todos estos motivos son los que han llevado a X a contar su historia a Phil Bronstein, exdirector del San Francisco Examiner y exmarido de Sharon Stone. Si no como un héroe, el señor X quiere al menos que se le trate con dignidad.