No habrá fiesta de aniversario en el Elíseo. Un año después de arrebatar la presidencia francesa a Nicolas Sarkozy, el 6 de mayo del 2012, François Hollande prefiere pasar de puntillas por esta fecha. Para el jefe del Estado que se erigió en la esperanza de la Europa atenazada por la austeridad, plantando cara a la implacable Angela Merkel, los motivos de celebración brillan por su ausencia. Doce meses después, su apuesta por el crecimiento sigue en el limbo. Y en casa, las cosas no le van mejor. Acosado por los estragos de la crisis, el hombre que conquistó las urnas proclamándose "enemigo de las finanzas", es ahora el presidente más impopular de la V República.

El discurso electoral de Hollande, que ponía el acento en la necesidad de "no limitar la política económica al equilibrio presupuestario", sedujo a los países del sur más allá de la ideología liberal-conservadora de algunos de sus dirigentes, como Mariano Rajoy en España o Mario Monti en Italia. Después de una etapa marcada por el tándem Merkel-Sarkozy, más conocido por 'Merkozy', el directorio que acudía a las cumbres europeas con el guión escrito al margen de sus socios, el socialista francés rechazó el papel de comparsa de Berlín para abrir el diálogo a otros miembros de la UE.