Un hombre armado mató el viernes a cinco personas e hirió al menos a otras siete, incluidos cinco policías, en una fábrica de válvulas industriales en el estado de Illinois. El tiroteo se produjo en la ciudad de Aurora, situada a 65 kilómetros de Chicago, poco después de la una de la tarde. Cuando los policías llegaron a la planta, apenas cuatro minutos después de ser alertados de los primeros disparos, fueron recibidos a balazos, según informaron las autoridades. El pistolero ha sido identificado como Gary Martin, un hombre de 45 años que había sido recientemente despedido de la fábrica que atacó el viernes para matar a algunos de sus excompañeros. Martin murió abatido en el enfrentamiento con los agentes, no sin antes herir a cinco de ellos.

Es una vergüenza que los tiroteos de masas como este se hayan convertido en moneda común en nuestro país, dijo el alcalde de Aurora, Richard Irvin, tras agradecer el trabajo de la policía. Es una vergüenza que un criminal frío y despiadado sea tan egoísta como para pensar que tiene derecho a acabar con vidas inocentes. El nombre de Aurora parece ser un nombre maldito. Hace siete años, en una localidad de Colorado con esa misma toponimia, un joven con serios problemas mentales mató a 12 personas en un cine e hirió a otras setenta mientras veían una secuela de Batman. Un crimen horrendo que sirvió para recordarle al país que cualquier lugar es susceptible de convertirse en el escenario de la próxima maranza: iglesias, colegios, discotecas, centros comerciales, lugares de trabajo

Uno de los empleados de la fábrica de Aurora vio al asaltante minutos antes de escapar de la fábrica. Uno de mis compañeros estaba en la oficina y vio a esta persona disparando. Iba y venía y sangraba abundantemente. Escuché varios disparos, antes de ingeniármelas para escapar del edificio, le contó John Probst a la cadena ABC News. El asesino tenía antecedentes penales. En 1994 fue condenado por apuñalar a una mujer en Mississippi, según el mismo medio.

Los asesinatos en los centros de trabajo suponen el 10% de los accidentes laborales con resultado de muerte en Estados Unidos, según estadísticas de la Oficina de Trabajo. En 2016, el último año del que existen datos, 66 trabajadores fueron asesinados por sus compañeros.