El conservador Porfirio Pepe Lobo, del opositor Partido Nacional, se perfilaba anoche como el presidente electo de Honduras. Pero eso, el resultado de los sondeos y primeros recuentos de votos, era lo menos importante de unas elecciones que se celebraron ayer con una tranquilidad anómala y un ambiente de tensión, bajo el control de un Gobierno y unos militares golpistas, con medio mundo escudriñando y otro medio mirando de soslayo.

La crisis política sigue abierta y falta ver cómo sale el presidente depuesto, Manuel Zelaya, de la embajada de Brasil, quién le pasa la vara en enero al nuevo presidente y cómo aliña el desaguisado la comunidad internacional. Zelaya denunció la "falsa democracia". El presidente de facto, Roberto Micheletti, señaló: "No queremos que nos impongan ninguna democracia extraña".

No hubo largas colas ante los colegios electorales en un país en el que apenas la mitad de los electores acude a las urnas. Un millón de ellos está en EEUU. El porcentaje de abstención era anoche el dato más esperado, más incluso que los nombres de los elegidos: el presidente, tres vicepresidentes, 128 diputados y 298 alcaldes. Aislado en la embajada de Brasil, Zelaya hizo su vaticinio: "Habrá más abstencionismo y las elecciones fracasarán, porque el pueblo rechaza el actual estado de cosas".