Hong Kong suspendió la tramitación de la ley de extradición tras la semana más convulsa que se recuerda en la isla y en la víspera de otra manifestación que se preveía masiva. Carrie Lam, jefa ejecutiva, selló la rendición aludiendo a la necesidad de sosegar a la sociedad en una rueda de prensa que certificó que Hong Kong sigue siendo Hong Kong: una lideresa política soportando durante hora y cuarto el bombardeo periodístico es un ejercicio utópico no solo en China sino en buena parte de las democracias occidentales.

No es una revocación indefinida sino una suspensión temporal pero aún una victoria aplastante de la sociedad civil. Un millón de hongkoneses se manifestaron el domingo pasado contra una ley que consideran una amenaza a su autonomía. Y el miércoles, la ocupación de los aledaños del Parlamento derivó en fragorosos choques con más de 80 heridos. En ese contexto de agitación social y disturbios crecientes en la excolonia, a Lam solo le quedaba comerse sus promesas.

«Es el momento de restablecer la calma en la sociedad tan pronto como sea posible», sostuvo Lam. «Si una confrontación como la del miércoles vuelve a ocurrir, habrá más heridos», continuó. La suspensión desinflará la manifestación convocada para hoy, le permite presentarse como una líder responsable que sacrifica sus promesas por la seguridad de su pueblo y Pekín podrá negar su intervencionismo en los asuntos internos de la isla. «Apoyamos, respetamos y entendemos la decisión», afirmó el Ministerio de Exteriores chino horas después. Las informaciones periodísticas, sin embargo, sugieren matizaciones. El diario Sing Tao desveló la reunión en la noche del viernes en Shenzhen, la ciudad continental más cercana a Hong Kong, entre Lam y Han Zheng, miembro del Politburó chino. Lam convocó una reunión con su Gobierno y poco después, la rueda de prensa.