"Chile despertó, oh, oh oh". El canto inundó la noche de Santiago y las principales ciudades de ese país. La euforia fue más intensa en la capital. La distancia que existe entre una estatua ecuestre y uno de sus edificios más altos pareció medir el horizonte de esperanza que se ha abierto en ese país después de que casi el 80% de la población aprobara redactar una nueva Carta Magna. La multitud volvió a reunirse la noche del domingo alrededor de la plaza Italia, rebautizada plaza Dignidad, para celebrar el fin definitivo de la transición democrática que comenzó en 1990. Ese largo camino estuvo primero tutelado por el sable corvo del general Augusto Pinochet y luego por la matriz institucional forjada durante la dictadura militar.

En el centro de aquella plaza se levanta la estatua del general Manuel Baquedano montado a caballo. El monumento se inauguró hace 92 años, en homenaje a uno de los protagonistas de la Guerra del Pacífico contra Bolivia y Perú. El estallido social de octubre del 2019 no solo forzó la realización de la consulta. También puso en marcha todo un proceso de crítica a los símbolos del Estado y el poder. Desde entonces, la figura de Baquedano fue uno de los blancos y el domingo no fue una excepción. La pintaron de rojo. Sobre la cabeza del general se enarboló la Wenüfoye, como se conoce a la bandera mapuche, el pueblo originario que, como otras ocho etnias, busca tener en adelante reconocimiento constitucional. También izaron una enseña negra, en homenaje a las víctimas de la represión de la policía militar (carabineros), o morada, el color de las luchas feministas. Lo que se puso en escena fue una discusión sobre la misma identidad chilena que no cesa.

Desde la plaza se tiene una perspectiva inmejorable del edificio Movistar, con sus 34 pisos que cada noche se iluminan como una luciérnaga gigante. En medio de los festejos, un grupo de artistas proyectó una sola palabra, "renace", que resumía las expectativas de una mayoría que quiere volver a nacer y empezar.

GRITO DE DENUNCIA

La consigna quedó adherida al edificio para que todos la vieran. O casi todos. Las protestas contra el Gobierno de derechas que, frente al peligro de una revuelta mayor convocó a desgana el plebiscito, habían tenido un costo humano que todavía estremece. De un lado, 36 muertos. Pero, a la vez, casi 400 heridos oculares, como el joven Brandon González, que recibió un balazo contra su rostro a siete metros de distancia. Nelsón Iturriaga fue el 21 de octubre de 2019 a Plaza Italia y se encontró con los disparos indiscriminados de los carabineros. Un perdigón se incrustó en su ojo izquierdo. A la enfermera Natalia Aravena le ocurrió lo mismo. Ahora tiene una prótesis ocular. Otras 31 personas también padecen ceguera parcial.

"Nunca en la historia de la oftalmología a nivel mundial se ha presentado esta cantidad tan elevada de personas con estos traumas", dijo en su momento Patricio Mesa, vicepresidente del Colegio Médico de Chile. Desde entonces, la imagen de un ojo vendado se convirtió en un grito de denuncia. Esos ojos a medias miraron también al edificio Movistar en la noche del domingo, pero esta vez para detectar cómo titila el futuro anhelado.