Volaban las piedras y silbaban los balazos en la plaza de Tahrir, el ombligo de la revuelta, y en la retaguardia, bien organizados, médicos voluntarios ponían paz en los cuerpos machacados en un improvisado hospital de campaña. En un clima de camaradería y cooperación, unos dos centenares de facultativos se las han apañado para curar lesiones e ir actualizando en Facebook las listas de fallecidos y heridos. En las calles adyacentes, numerosas farmacias ambulantes facilitaban lo necesario para que los peor parados de la violencia entre la muchedumbre hallaran alivio.