La provincia de Idlib, que desde el comienzo de la guerra en Siria en el 2011 está controlada por facciones insurgentes, es el último bastión opositor y la pieza que le falta a Damasco para dominar todo el país a la espera de terminar una compleja ofensiva por los millones de civiles atrapados.

El 2019 ha sido el año en que el Ejército sirio ha comenzado su última gran campaña militar en el noroeste de Siria contra un territorio controlado por una miríada de facciones, la más importante el Organismo de Liberación del Levante, una alianza islamista en la que está incluida la exfilial siria de Al Qaeda, anteriormente denominada Frente al Nusra, y que es el principal objetivo de Damasco y Moscú.

La aparición del presidente sirio, Bachar al Asad, en el frente de batalla en octubre de este año fue un punto de inflexión ya que fue la primera vez en que aparecía en Idlib desde el inicio de la guerra hace ocho años. Más de 2,5 millones de personas penden ahora de una campaña que la ONU ya advirtió el año pasado que podría provocar una tragedia humanitaria.

«El Estado sirio libra una guerra complicada (...) y lo que ha logrado el Ejército al limpiar la geografía en los últimos años del terrorismo son algunos capítulos de la guerra e Idlib es uno de esos capítulos», afirma a Efe el teniente general Hasan Hasan, responsable de la administración política del Ejército árabe sirio.

En una entrevista en su despacho en Damasco, el militar afirmó que «lo que es importante es recuperar Idlib y todas las zonas donde están desplegadas las organizaciones armadas».

Las unidades sirias han conseguido avanzar desde el 30 de abril, cuando dio comienzo la ofensiva, y domina prácticamente toda la provincia de Hama y el sur de Idlib, aunque le queda el resto de esta última provincia, así como el oeste de Alepo y el norte de Latakia, feudo de Al Asad.

En esta área, según el acuerdo de Sochi pactado en septiembre del 2018, hay puestos de observación rusos y turcos (valedores de la oposición) en una zona «desmilitarizada», pero que ha sido violada prácticamente a diario desde su establecimiento. Siria «va a recuperar totalmente toda la geografía (...) No tenemos dudas de que los esfuerzos diplomáticos tienen sus frutos y que ayudó al Ejército a desplegarse en zonas muy importantes», espeta Hasan.

El responsable militar hace alusión al acuerdo de entendimiento militar que llegó con los kurdosirios en el noreste de Siria, gracias a la mediación de Rusia, para desplegar sus tropas en el territorio que escapaba al control de Damasco. Este pacto se realizó después de que Turquía lanzara el 9 de octubre una ofensiva contra los kurdos en el norte de Siria para ocupar una zona geográfica, pero en la que ahora también patrulla la policía militar rusa tras la retirada de los kurdos.

Rami Abdelrrahman, director del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, asegura que no se cumple el acuerdo de Sochi entre Rusia y Turquía, y Moscú «lo usa como excusa para bombardear las zonas de Idlib».En su opinión, el Ejército sirio no podrá controlar esta provincia en 2020. «Se estima que hay unos 30.000 yihadistas en la provincia» afirma Abdelrrahman, que teme que haya una «masacre» contra ellos ya que «no hay lugar para estos yihadistas».

Sobre el destino de los tres millones de civiles que se estima que hay en Idlib, Hasan afirma se han preparado «corredores humanitarios» para ellos, pero los insurgentes «han prohibido a los civiles» salir de ese territorio ya que son usados como «escudos humanos». «El Ejército cuida la vida de todos los civiles sirios e Idlib no va a ser una excepción en esta regla», zanja el teniente general. Sin embargo, el Observatorio, con multitud de observadores sobre el terreno, ha registrado desde el 30 de abril hasta ahora la muerte de 1.315 civiles por fuego de Damasco y Moscú, entre ellos 335 niños y 242 mujeres.