El fuego tardó tres minutos en llegar a su punto de máxima condensación. Las rejas se calentaron tanto que no pudieron abrirse. Después vinieron los gritos de ahogo y dolor. El incendio de la prisión de San Miguel, en la periferia de Santiago de Chile, causó 81 muertos, decenas de heridos y una enorme llaga a la vista de las iniquidades del sistema carcelario chileno. Una riña interna entre reclusos, sobre las seis de la mañana, con quema de colchones, derivó en la catástrofe. Fue una tragedia anunciada. En el penal convivían 1.300 internos, 400 más de lo tolerable.

Los bomberos acudieron de inmediato, pero las llamas formaron una cortina letal que impidió la total evacuación. Catorce de los reclusos estaban en extrema gravedad por las quemaduras. El ministro de Salud, Jaime Mañalich, dijo que habrá que esperar horas, incluso días, para poder establecer el pronóstico de cada uno. Centenares de familiares llegaron hasta las inmediaciones de la cárcel para conocer la identidad de las víctimas. Desesperados por la falta de información, lanzaron piedras y se abalanzaron contra la policía.

Es el incendio más grave de la historia de un sistema carcelario que no da demasiadas razones para el orgullo. Así lo reconoció el presidente Sebastián Piñera. "La situación penitenciara no resiste más. Tenemos que darnos cuenta de que el sistema no es digno de un país que trate civilizadamente a su gente. No solamente es inhumano con 108.000 internos, sino que también es un atentado a la calidad de vida y a la dignidad de todo el país", dijo.

DEFICIENCIAS EXPUESTAS Hacinamiento, alimentación deficiente, falta de planes de rehabilitación, malas condiciones sanitarias e higiénicas y muerte de reos en los recintos. Los problemas detectados en las cárceles de Chile por el Tribunal Supremo de Justicia, en junio del 2009, quedaron expuestos de manera contundente.

En julio pasado, Amnistía Internacional advirtió del peligro. "A pesar de haber más recintos carcelarios, también tenemos muchos más presos y, en consecuencia, riesgos de un trato cruel y degradante, ya sea con tortura o no", dijo en su momento Sergio Laurenti. El ministro de Justicia chileno, Felipe Bulnes, admitió que el hacinamiento era de un 70%. Pero en algunas unidades se cuadruplicaba.

TESTIMONIOS El relato de muchos exreclusos coincide: se les dice, al entrar, que habrá una litera por interno, pero no es posible porque no hay espacio. En la cárcel de Puente Alto, para 600 internos, hay 2.000 convictos. Los encierros son de más de 15 horas. Un baño para 10 tiene que ser compartido por 100.

La directora del Programa de Seguridad y Ciudadanía de la Universidad Flacso, Lucía Dammert, dijo que las autoridades deben preguntarse "por qué hay tanta gente presa, por qué tantas personas reinciden, por qué hay tanto hacinamiento y vulneración de derechos". En la Torre 5 del penal de San Miguel había tantos delincuentes peligrosos como personas que purgaban un mes entre rejas por vender películas piratas en la calle.

"Muchas veces siento que hemos construido cárceles como si todos los reclusos fueran de alta peligrosidad. Muchos de ellos se están rehabilitando con la sociedad", reconoció el ministro de Interior, Rodrigo Hinzpeter. Familiares de las víctimas ya presentaron ayer las primeras querellas contra el Estado.