Los ojos de Europa miran con preocupación hacia Irlanda, donde hoy se somete a referendo el Tratado de Lisboa sobre la reforma institucional. Lo igualado e incierto de los sondeos hace temer una victoria del no que sumiría a la Unión Europea en una profunda crisis. Irlanda es el único de los 27 países de la Unión con una Constitución que le obliga a celebrar tan peligrosa consulta.

El resultado dependerá de los indecisos, que rondan el 25%, y de la abstención. Una alta participación debería favorecer al , pero el hecho de que la jornada se celebre en día laborable y de que exista menor motivación entre los defensores del Texto pueden ser factores decisivos.

El primer ministro irlandés, Brian Cowen, que lleva un mes en el cargo, advirtió en el último mitin de la campaña de que no habrá renegociación del Tratado en caso de que sea rechazado. "Las sugerencias de que habrá otro acuerdo para obtener uno mejor que este son falsas, porque en este se ha resuelto todo lo que nos preocupaba", señaló.

El taoiseach , nombre gaélico con el que se designa al jefe del Gobierno irlandés, confía en que el documento recibirá la luz verde. "Creo sinceramente que en los últimos 10 días hemos clarificado algunos aspectos de lo que hay en el Tratado, más que hablar de lo que no hay en el Texto", afirmó, refiriéndose a las "falsas alegaciones" realizadas por el bando del no , a quienes acusó de "orquestar la confusión". "Francamente, han realizado una campaña muy deshonesta", señaló.

EL ´TOCHO´ La causa esgrimida por la mayoría de los votantes que rechazan el Tratado es la de no ser capaces de entenderlo. El propio Cowen hizo un flaco favor al cuando admitió no haber leído el texto "de principio a fin". El ministro de Defensa, Willie O´Dea, también reconoció que las casi 400 páginas son un tocho "más Stephen Hawking que J.K. Rowling". Esa ignorancia, el escepticismo de los votantes, el despunte de la crisis económica y el desprestigio de la clase política irlandesa se han convertido en las armas más poderosas en manos del no .

La lucha de los detractores de Lisboa ha sido más larga y agresiva y ha contado, además, con más medios. Su líder es un multimillonario, Declan Ganley, que se califica de proeuropeo y que ha empleado 1,3 millones de euros en la campaña. Ganley ha tenido que desmentir acusaciones de que el dinero para la campaña del no provenía de la CIA.

En ese arco iris opositor que abarca de la extrema derecha a la extrema izquierda, pasando por asociaciones de agricultores y grupos ultracatólicos, el único partido parlamentario es el Sinn Féin, que en la República de Irlanda, con solo cuatro diputados, tiene menos peso político que en el norte de la isla.

VERSION SIMPLIFICADA Irlanda, uno de los países que más se ha beneficiado de las ayudas económicas de la Unión Europea, ya dijo no al Tratado de Niza en el 2001, aunque lo aprobó un año después. El actual Tratado de Lisboa es una versión simplificada del proyecto de Constitución, rechazado en las urnas por Holanda y Francia en el 2005. Su elaboración es el fruto de mucho trabajo y largas negociaciones. Un no irlandés daría alas a los euroescépticos, especialmente en el Reino Unido, la República checa y Polonia. El presidente polaco, Lech Kaczynski, ya afirmó ayer que, si los irlandeses votan no "no sería una gran tragedia", aunque se apresuró a aclarar que espera que gane el .

Lo que parece claro es que si hubiera un rechazo de Irlanda el proyecto europeo podría paralizarse de nuevo. Otros dos países de la UE, Finlandia y Estonia, ratificaron ayer, a través de sus respectivos parlamentos, el mismo Tratado cuyo futuro está hoy en manos de Irlanda.