Cachemira, el paraíso que envenena las relaciones entre dos potencias nucleares, vuelve a desestabilizar la región. La decisión unilateral del primer ministro indio, Narendra Modi, de poner fin a la especial autonomía que gozaba desde 1948 el estado de Jammu y Cachemira, situado en las faldas del Himalaya, ha enfurecido a Pakistán, sorprendido al mundo y sembrado el estupor entre los mismos cachemires.

La puesta en escena siguió un cuidadoso plan. A finales de julio, India envío a la zona decenas de miles de soldados supuestamente por una amenaza terrorista. El 2 de agosto, exigió la salida inmediata de todos los extranjeros y turistas nacionales. A continuación, cerró las escuelas y prohibió el agrupamiento en las calles de más de cuatro personas. El 4 de agosto cortó las telecomunicaciones. El bombazo llegó el 5, cuando anunció la derogación del artículo 370 de la Constitución, que concede a Cachemira una amplia autonomía e impide a personas ajenas acceder a la propiedad de la tierra.

ANTIGUA PUGNA / La disputa por el antiguo estado principesco de Cachemira, de mayoría musulmana aunque lo gobernaba un maharajá hindú, se remonta a la independencia del imperio británico y la partición de la India y Pakistán, en 1947.

Con tres áreas diferenciadas tanto por la geografía como por la religión -Jammu, la parte sur poblada por hindús; el gran valle de Cachemira, predominantemente musulmán, y la zona montañosa de Ladakh, poco poblada y de religión budista-, el maharajá, de acuerdo con los británicos, maniobró para unirse a la India. Dos meses más tarde, en octubre de 1947, Pakistán invadió el estado en un fallido intento de arrebatárselo a su vecino, con el que ha mantenido cuatro guerras desde entonces.

En 1948, Naciones Unidas delimitó la línea de control que dejaba un tercio del territorio bajo dominio paquistaní hasta que un referéndum decidiese el futuro de toda la región. La India nunca aceptó la consulta. La aparición en 1989 del grupo armado Frente de Liberación de Jammu y Cachemira (JKLF), que luchaba por la independencia o la unión con Pakistán, complicó la situación, con enfrentamientos con las tropas indias que han costado miles de vidas.

AVAL PARLAMENTARIO / Ahora, Modi ha propuesto y lo han avalado las dos cámaras del Parlamento, donde el nacionalista hinduista Partido Bharatiya Janata (BJP) tiene mayoría absoluta, el fin de la autonomía y la división del estado en dos regiones dependientes de Nueva Delhi. Una, Jammu y Cachemira; la otra, Ladakh. Con las calles cortadas por alambradas y patrulladas por vehículos blindados, los musulmanes están convencidos de que el objetivo de esta decisión es permitir a cualquier indio comprar tierras cachemires para incrementar la población hindú.

A nadie se le escapa que el triunfo arrollador de Modi en las elecciones del pasado mayo se debió en gran medida a que, en febrero, ordenó a las Fuerzas Aéreas penetrar en Pakistán para bombardear los campos de entrenamiento de Jaish-e-Mohammad, el grupo que se atribuyó un ataque suicida, ocurrido dos semanas antes, contra un cuartel indio en Cachemira en el que murieron 44 soldados. Islamabad no se arredró y derribó dos cazas indios. En esta nueva escalada de tensión, su primera reacción ha sido expulsar al embajador indio y suspender el comercio bilateral, situado en unos 2.000 millones de dólares.

Las huestes ultranacionalistas del BJP llevaban décadas pidiendo la abolición del artículo 370 (incluido en la Carta Magna en 1952) para acabar con cualquier privilegio musulmán e insertar definitivamente Cachemira en la Unión India.

Por el contrario, el opositor Partido del Congreso y analistas indios independientes consideran que la abrogación vulnera la Constitución, daña la democracia y supone una provocación. Para el partido fundado por Nehru, la medida es una «monstruosidad constitucional» que tendrá «consecuencias catastróficas».

A la indignación se ha sumado China. Aliado tradicional de Pakistán, también mantiene una disputa fronteriza con la India en esta zona por la que se enfrentaron en una guerra en 1962. Pekín ocupa Aksai Chin, reivindicado por Nueva Delhi, y una pequeña parte de la Cachemira paquistaní cedida por Islamabad en 1963. El portavoz de Exteriores chino califica de «inaceptable y no vinculante» la resolución del Gobierno indio, al que recordó que el área de Ladakh involucra la zona que ambos se disputan.

Desde que Modi ascendió al poder hace cinco años ha recurrido a políticas nacionalistas hinduistas para granjearse el apoyo de los votantes frente a la dificultad de llevar a cabo la prometida agenda económica reformista y el creciente malestar de la juventud por la falta de trabajo en un país con 1.300 millones de habitantes, que muy pronto superará a China como el más poblado del mundo.

En la decisión actual también ha influido el reforzamiento de la democracia paquistaní bajo el Gobierno de Imran Khan y su acercamiento a Estados Unidos como facilitador de un acuerdo de paz en Afganistán.

Durante la reunión en la Casa Blanca, en julio, Trump ofreció a Khan mediar en el conflicto cachemir, lo que desató la ira de Nueva Delhi. La India y Pakistán tienen un arsenal nuclear para destruirse varias veces, según el Instituto de Estudios para la Paz de Estocolmo.