Cuando Kavous Seyed Emami fue detenido el pasado 24 de enero en Irán nadie le dijo por qué. Ese día, el académico y director de la Fundación para la Fauna Persa, una organización ecologista iraní, fue arrestado con otros nueve de sus trabajadores.

Emami, este domingo, 17 días después, ha muerto en prisión. «Desafortunadamente se suicidó en la cárcel», ha dicho el fiscal de Teherán. Pero no todo el mundo se cree esta versión: «Eso es imposible de admitir —ha dicho su hijo, un músico iraní—. No me lo creo».

«Su muerte genera una ola de preguntas. La información vaga del fiscal de Teherán solo aumenta las dudas. ¿Qué está pasando en este país?», ha tuiteado Ali Shakourirad, líder del reformador Partido de la Unidad del Pueblo.

El viernes, la familia de Emami recibió una llamada en la que se les informó del fallecimiento del ecologista, diciéndoles que se había ahorcado. Solo eso. «Nunca tuvieron acceso a un abogado. No sabemos de qué estaba acusado exactamente».

Este sábado, sin embargo, el régimen dio una pista, aunque no se refirió ni a Emami ni a los otros detenidos de su fundación. «Varias personas y organizaciones recopilaban información clasificada en lugares estratégicos al amparo de proyectos científicos y ambientales», afirma la justicia iraní.

Tercer caso

Con el del ecologista y académico, es el tercer caso de «suicidio» en una cárcel iraní en tan solo 40 días. Los otros dos muertos fueron manifestantes detenidos durante las protestas de inicios de enero en zonas rurales de Irán.

Los arrestados entonces fueron una joven de 23 años y un chico de 22. Ambos, según la versión que dio la policía, se quitaron la vida. «Ella era una drogadicta. Él tenía varios cargos por posesión de droga», dijo el fiscal. Sin embargo, según el Centro por los Derechos Humanos en Irán, el cráneo de la chica tenía muestras de haber sido golpeado.

«Las muertes en las cárceles iranís son una tragedia que debe parar ahora —dice el director de esta organización, Hadi Ghaemi—. Muestran la enorme impunidad de la que gozan los oficiales iranís, que cada vez salen indemnes del asesinato. Las autoridades judiciales deberían hacerse responsables de las vidas de los prisioneros. Pedimos una investigación transparente sobre lo que está sucediendo».

Ghaemi, además, considera que en Irán existe un sistema de silencio en lo que a las violaciones de los derechos de los prisioneros se refiere. «El sistema judicial y la policía protegen a los que no respetan la ley y ponen en riesgo la vida de los prisioneros», dice.

Doble nacionalidad

Kavous Seyed Emami es, de hecho, el segundo irano-canadiense que muere en una cárcel del país. Lo mismo le ocurrió, en 2003, a la fotógrafa Zahra Kazemi, que perdió la vida, según varias organizaciones, mientras era interrogada. Ese caso, aún no resuelto, causó las protestas de las autoridades canadienses.

Pero Irán, que no reconoce la doble nacionalidad de sus ciudadanos, las desdeñó. Para Teherán, Kazemi, Emami —y otros 12 detenidos con doble nacionalidad, seis de ellos estadounidenses y otros dos canadienses más— son todos iranís.

Desde la muerte de la fotógrafa, las relaciones entre Canadá y Irán se resintieron. Hoy, Canadá no tiene ni relaciones oficiales ni embajada en Teherán.