¿Es William Hague ingenuo? Esta es la pregunta que los políticos británicos se han hecho esta semana a cuenta del titular de Exteriores que se vio "obligado" a desmentir que es homosexual. La conclusión general sobre su personalidad es encontrada: los que tienen una opinión más amable señalan que no consulta fuera de su reducido círculo. Sus detractores lo tachan directamente de arrogante.

Pero donde las opiniones convergen es que efectivamente Hague pecó de ingenuo cuando compartió habitación de hotel con su joven asesor, Christopher Myers, dando pie a los rumores sobre una relación entre ambos. Myers dimitió, acosado por la presión de los medios, especialmente los sensacionalistas que se habían lanzado sobre la historia.

No solo se ha señalado como "un error de juicio" el episodio con Myers, sino su manejo de la crisis. En el comunicado de desmentido, Hague reveló información íntima, como que su mujer ha padecido "múltiples abortos naturales" para acallar así aquellas voces que justifican las conjeturas sobre su homosexualidad en el hecho de que el matrimonio no ha tenido hijos.

Para el publicista Max Clifford el comunicado fue un "gran error" ya que, de este modo, Hague daba luz verde a televisiones como la BBC o a la prensa seria para que informasen de unos chismes que de otro modo se habrían quedado confinados en la prensa sensacionalista.

Hague no es un recién llegado a la política británica, y en su currículum puede exhibir que fue líder de los conservadores entre 1997 y el 2001, si bien con poco éxito. Con 36 años heredó un partido dividido a resultas del desahucio de Margaret Thatcher. El interregno de John Major y la devastadora derrota sufrida en las elecciones por las que Tony Blair llegó a Downing Street no contribuyeron a mejorar la situación.

Hague se encontró con la tarea imposible de hacer sombra a los laboristas cuando el país se encontraba en pleno idilio con Tony Blair. Tras otro fracaso considerable en las urnas en el 2001, Hague dimitió. Sin embargo, puede considerar un triunfo menor sujetar al partido y que los conservadores no cayeran en abierta desbandada.

Pero su juventud y algunas apariciones ridículas fueron otros elementos que tuvo en contra. Se recuerda aún con escarnio su imagen llevando una gorra de béisbol con su nombre escrito durante la visita a un parque de recreo. La sensación de incomodidad la resumió un comentarista del conservador The Daily Telegraph, cuando escribió que Hague parecía "un pedófilo" en rehabilitación.

Otro eminente periodista político, el ya fallecido Hugo Young, observó que es "un hombre que probablemente sabe que no debería tener este puesto". Y sentenció: "No tiene presencia. Es un niño". Como niño repelente lo conocieron los británicos, cuando, a los 16 años, dio un discurso a los conservadores bajo la atenta y mirada de Thatcher, en el que dijo que debían "hacer retroceder las fronteras del Estado", uno de los lemas de la Dama de Hierro.

Arma que asusta

Sin embargo, Hague dispone de un arma que asusta a sus adversarios y que el público británico admira: su ingenio. Incluso Tony Blair, otro político con capacidad oratoria, temía los enfrentamientos semanales siendo Hague líder de la oposición durante la sesión de control al Gobierno en el Parlamento.

Cuando David Cameron se convirtió en líder de los conservadores ofreció a Hague ser portavoz de Exteriores. Recuperaba así, además de una figura de peso en el partido, a un hombre de intelecto, autor de alabadas biografías de políticos. Después de perder a otro miembro del Gabinete, el liberal David Laws, tras un escándalo por el pago de dietas y por el que se difundió que es homosexual, le conviene conservar a Hague.