"Ha sido una metedura de pata bastante grande", decía ayer Richard Falkenrath. Como el resto de sus colegas, este especialista en seguridad quedó pasmado al enterarse de que el itinerario completo de la visita del martes a Florida de George Bush fue encontrado por un barrendero en una papelera de la capital federal, Washington DC, horas antes de que el presidente de EEUU partiera.

Encontrarse en la calle algún objeto valioso no es infrecuente, pero dar con el minucioso plan de dónde y con quién irá el hombre mejor protegido del mundo dista mucho de ser habitual. Si encima quien lo encuentra es un barrendero con un historial delictivo, está tirado en una papelera y al alcance de cualquiera que mire en su interior, el hallazgo se convierte en insólito. "Vi nombres y lugares adonde el presidente iba a ir, y me di cuenta de que el documento era importante y de que no debería estar en una papelera", declaró Randy Hopkins a la emisora televisiva local WUSA.

La reflexión

"Como estamos en guerra, me pareció que si hubiera caído en las manos equivocadas en el momento apropiado, hubiera sido realmente problemático para el presidente", continuó Hopkins. Movido por su espíritu cívico, este barrendero se apresuró a hacer público su hallazgo, un documento del equipo de la Casa Blanca con el sello de oficial que, sin embargo, no alcanza la categoría de confidencial, según el servicio secreto.

Aún y así, detallaba al minuto los pasos que iba a dar el martes en Florida el presidente, desde las horas exactas de despegue y aterrizaje del Air Force One hasta la escolta militar aérea. También estaba la lista completa de pasajeros, incluyendo al agregado militar que lleva el maletín con los códigos del arma nuclear.

"Podía haber sido mucho peor, podía haberse tratado de un documento secreto", recalcó Richard Falkenrath, al explicar que quienes trabajan con documentos de este tipo deben asegurarse de que se queman. De hecho, en las oficinas de la Casa Blanca existen numerosas bolsas para quemar, donde se depositan los documentos más delicados que deben destruirse.

Por llamativo que resulte este fallo de seguridad, no es el único que ha trascendido. El vicepresidente, Dick Cheney, se dejó una vez la lista de las instrucciones para su protección en una tienda. Y Bill Clinton tuvo que retornar una vez a la capital, nada más emprender un viaje, porque se había dejado olvidado al agregado militar con el maletín nuclear.