La guerra, la posguerra y la preguerra de Irak polarizan a la sociedad de Estados Unidos. Y en pocos lugares es más palpable, más debatida y más comprensible esa división que en Crawford (Texas), el pequeño pueblo de 705 habitantes donde el presidente George Bush disfruta de sus vacaciones y donde el movimiento opuesto a la guerra ha resucitado con inusitada fuerza.

En este epicentro pacifista de protesta ayer cobraban especial sentido las palabras de Bush en su discurso radiado semanal, una intervención en la que volvió a vincular la campaña militar en Irak con el 11-S, justificó la guerra y mostró su "gratitud" a los soldados fallecidos.

"El 11-S aprendimos que los vastos océanos y los amistosos vecinos no nos protegen ya de aquéllos que desean hacer daño a nuestra gente, y desde entonces hemos luchado contra nuestro enemigo", dijo Bush, que habló tanto de lucha "en el frente doméstico destruyendo células y sus redes de soporte financiero" como de batallas "atrapando a los terroristas en otras tierras, antes de que puedan atacarnos en casa".

Argumentos que no sirven a Sergio Torres, un vecino de Fort Worth que en febrero perdió a su hijo Daniel en Irak. El es uno de los miles de manifestantes que han convertido las afueras del rancho presidencial en un activo campamento pacifista.

Pero las protestas de los pacifistas no impidieron al presidente estadounidense seguir sus vacaciones. Ayer, Bush, aficionado del ciclismo, dio un paseo en bici con el tejano Lance Armstrong, ganador de siete Tours. El trayecto, de 27 kilómetros, duró dos horas.