Una oleada de atentados contra el turismo, la principal fuente de divisas, amenaza a Egipto cuando todavía están en el recuerdo Luxor (1997, 62 muertos) y Taba (2004, 34 muertos). El doble atentado perpetrado ayer en el centro de El Cairo sigue al de hace tres semanas en el barrio de Jan el Jalili (3 muertos) y pone en evidencia que, a pesar del importante despliegue de fuerzas de seguridad, el inmovilismo de la clase dirigente, convertida en depredadora de su propio país, alimenta el radicalismo.

En el Egipto de Mubarak, que pretende perpetuarse en su hijo Gamal, el nepotismo y la corrupción sustituyen tanto a las iniciativas programáticas como a las ideológicas.

La represión es la única respuesta a una sociedad que se encuentra sumida en la miseria y a una revuelta universitaria siempre latente. La primavera árabe puede convertirse en un trágico invierno en Egipto, pieza clave en la estabilidad de Oriente Próximo, pero Mubarak sigue disfrutando de un irresponsable apoyo occidental.

*Catedrático de Historia.