Irán optó ayer por tensar aún más el pulso que mantiene con Occidente. Por una parte, el régimen de Teherán empezó a retirar de Europa sus reservas en divisas y a transferirlas a países del Sureste Asiático, con el objetivo de salvaguardarlas de posibles sanciones. Por otra, metió el dedo en una de las llagas que más duele a Occidente: el petróleo. Con el precio del crudo por encima de 67 dólares el barril y las bolsas cayendo, Irán pidió a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) reducir su cuota de producción en un millón de barriles de crudo a partir de abril.

El diario árabe Asharq al Ausat informó ayer de que el Consejo Superior de la Seguridad Nacional de Irán ordenó al Banco Central, al Ministerio del Petróleo y a las instituciones financieras relacionadas con el Gobierno que transfieran a bancos asiáticos en Singapur, Hong Kong, Shanghai y Malaisia los fondos iranís en bancos europeos, excepto los depositados en entidades suizas. El presidente del Banco Central iraní, Ebrahim Sheibani, confirmó las transacciones: "Estamos transfiriendo nuestras reservas de todos los sectores, principalmente las del petróleo, donde lo consideramos necesario".

Cuarto país del mundo exportador de petróleo y segundo de la OPEP, Irán ingresó el año pasado 42.000 millones de dólares (34.707 millones de euros) por la venta de crudo. Las reservas de divisas de Irán en bancos extranjeros se evalúan en más de 36.000 millones de dólares.

La crisis nuclear iraní, junto con la amenaza terrorista esgrimida de nuevo por Osama bin Laden, elevó a 67,85 dólares el precio del barril de petróleo en Nueva York, próximo al récord de 70 dólares. El barril de Brent se situó en 66,46 dólares. La tensión llegó a las bolsas, que sufrieron fuertes descensos. En Wall Street, el Dow Jones bajó un 0,69% al inicio de la sesión. Los mercados europeos cerraron en el nivel más bajo en 3 semanas.

LA AIEA QUIERE TIEMPO En este clima, la petición de Irán a la OPEP de reducir en un millón de barriles diarios su producción no puede entenderse más que como una nueva demostración de fuerza de Teherán, que el jueves ya advirtió de una crisis petrolera debido al alza del precio del crudo, si se le imponen sanciones. Esta posibilidad, sin embargo, se vislumbra aún lejana.

Ante la fuerte presión que el Gobierno iraní está recibiendo de occidental, Teherán trata de consolidar sus propias alianzas. El presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, finalizó ayer una visita a Siria en la que su homólogo Bashar el Asad expresó su apoyo al programa nuclear de Irán "con fines pacíficos".