Irán escenificó ayer de forma casi ostentosa el inicio de la cuenta atrás para la puesta en marcha efectiva de su primera central nuclear en Bushehr, a unos 1.200 kilómetros al sur de Teherán, y construida a trompicones en los últimos 15 años con la ayuda de Rusia. Ante la requerida presencia de corresponsales extranjeros, el reactor atómico de Bushehr, en el que habían sido introducidos cilindros de plomo sin combustible nuclear, fue encendido ayer.

"El test virtual de combustible ha sido un éxito", proclamó el jefe de la Agencia Iraní de la Energía Atómica, Gholamreza Aghazadeh, antes de subrayar: "Estamos cada vez más cerca del lanzamiento de la planta".

Este test virtual del reactor, junto con el anuncio de que el régimen de los ayatolás contará con 50.000 nuevas centrifugadoras en los próximos cinco años, a buen seguro generará un nuevo torrente de reacciones de condena en Occidente. Ya ayer mismo, el ministro de Defensa israelí, Ehud Barak, llamó a Estados Unidos a endurecer las sanciones contra Irán.

Sin embargo, según se deduce de las declaraciones de altos funcionarios iranís, Irán quiere dar al proceso un nuevo empuje. Un total de 50.000 centrifugadoras serán instaladas en los próximos cinco años en la planta de Natanz, contradiciendo las conclusiones y recomendaciones de la Organización Internacional para la Energía Atómica.

ANTES DE FIN DE AÑO "Estoy muy satisfecho con lo que he visto", declaró la máxima autoridad de la compañía estatal nuclear de Rusia, Serguéi Kiriyenko. Las autoridades de Teherán esperan que Bushehr comience a generar energía eléctrica antes de fin de año.

El año pasado, Rusia entregó combustible nuclear destinado a la central en el marco de un contrato por valor de 1.000 millones de dólares. Según Washington y Moscú, ello debería dispensar a Irán de contar con un programa de enriquecimiento de uranio, epicentro de la disputa entre Teherán y Occidente.