Desafiante, Teherán rechazó ayer el ultimátum de 30 días que el jueves por la noche le dio el Consejo de Seguridad de la ONU para que ponga fin a sus actividades nucleares. "La decisión de Irán de enriquecer uranio es irreversible", respondió el régimen de los ayatolás al Consejo de Seguridad, cuya declaración costó tres semanas de arduas negociaciones entre sus miembros que, además, siguen en desacuerdo sobre cuál es el camino a seguir si, como parece, Irán no cumple.

El embajador iraní en el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), Aliasghar Soltanieh, calificó de "error histórico" la intervención de la ONU. En Ginebra, el ministro de Exteriores iraquí, Manouchehr Motaki, consideró que ha sido un "mal precedente" trasladar la crisis al Consejo de Seguridad, aunque afirmó que su país "está dispuesto a seguir las negociaciones".

FIRMEZA EN BERLIN Pero Occidente no quiere ni oír hablar de esa posibilidad. Reunidos en Berlín y tratando de mostrar unidad y firmeza, los ministros de Exteriores de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad (EEUU, Francia, Gran Bretaña, Rusia y China), su homólogo alemán y el representante de la política exterior europea, Javier Solana, pidieron a Teherán que se pliegue al ultimátum. Lo resumió la secretaria de Estado de EEUU, Condoleezza Rice, que obligó a Irán a elegir entre el "enfrentamiento" o la "negociación".

Las diferentes posturas entre los miembros permanentes del Consejo de Seguridad quedaron evidenciadas. Mientras el ministro británico de Exteriores, Jack Straw, habló de la posibilidad de que el incumplimiento iraní puede llevar a la imposición de "sanciones", su homólogo francés, Philippe Douste-Blazy, hizo alusión a unas inconcretas "medidas negativas".

En el frente opuesto se situaron los representantes de Rusia, Serguei Lavrov, y de China, Dai Binguo, que insistieron en que la gestión de la crisis iraní deber correr a cargo principalmente de la OIEA. El jefe del organismo, Mohamed el Baradei, también descartó ayer la imposición de sanciones por considerarlas una "mala idea". Solana admitió las discrepancias. "Lo que intentamos es mantener el máximo nivel de consenso", añadió.