La paz se selló en Irlanda del Norte hace nueve años con la firma de los Acuerdos de Viernes Santo, pero en Belfast las instituciones autonómicas nunca han llegado a funcionar con regularidad. La prosperidad económica y la práctica desaparición de la violencia sectaria no han ido acompañadas de una normalización política. El miércoles, los norirlandeses acudirán a las urnas para designar a los miembros de la Asamblea, suspendida desde el 2002. Es la tercera vez que van a elegir a los 108 representantes de la institución autonómica, con sede en el castillo de Stormont. Tampoco ahora hay garantías de que la devolución de poderes se puede hacer.

DECISION IMPORTANTE "Es un momento muy importante, pero al final, la última decisión solo la puede tomar la gente de los partidos políticos en Irlanda del Norte. Espero que todo el mundo tenga claro para lo que se celebra esta elección", dijo el primer ministro británico, Tony Blair, cuando anunció la convocatoria, junto a su homólogo irlandés, Bertie Ahern.

Las autoridades del Reino Unido y de la República de Irlanda vuelven a apostar por una solución política duradera, pero la llave no la tienen ellas. La última elección a la Asamblea de Belfast, en el 2003, sirvió para que las fuerzas más radicales a uno y otro lado, el Partido Unionista Democrático (DUP) de Ian Paisley y el Sinn Féin de Gerry Adams, barrieran a las formaciones más moderadas. Entonces no hubo Gobierno posible. Los últimos sondeos confirman que el resultado volverá a repetirse.

Las urnas pueden conducir a un Ejecutivo en el que deberán compartir el mando el reverendo Paisley, como ministro principal, y el jefe negociador del Sinn Féin, Martin McGuinness, como viceprimer ministro. El tándem entre el ultra presbiteriano y el antiguo dirigente del IRA es ahora posible, aunque Paisley aún no ha dado el visto bueno.

Londres y Dublín han fijado la fecha límite del 26 de marzo para formar el Ejecutivo. Si unionistas y republicanos no lo logran, la Asamblea será disuelta, los diputados dejarán de percibir sus salarios y aumentarán los poderes del Consejo británico-irlandés, con una mayor participación de la República de Irlanda en el norte de la isla. Esta posibilidad, que horroriza a los unionistas, puede convencer a Paisley a formar gobierno. El político octogenario no puede acabar su carrera negando cualquier futuro al unionismo.