Enfadado, asustado, estresado y preocupado. A poco menos de dos semanas de las elecciones, el estado de ánimo de los estadounidenses respecto a su país es plomizo y pesimista, según una encuesta que hicieron pública ayer la cadena de televisión CNN y la Opinion Research Corporation. La crisis económica se encuentra en la base de esta percepción, a la que también hay que añadir los retos políticos y sociales que están encima de la mesa. Un mal fario colectivo que coincide con nuevos mínimos históricos de popularidad de George Bush y que en la pugna electoral se traduce en la ventaja de Barack Obama sobre John McCain en las presidenciales y en la anunciada victoria demócrata en las legislativas parciales, en lo que algunos conservadores ya temen que sea un gran giro a la izquierda. Los datos de la encuesta --efectuada el pasado fin de semana sobre un universo de 1.058 adultos-- muestran que el 75% de los encuestados consideran que las cosas en EEUU van mal, prácticamente el mismo número que dicen que están enfadados, estresados y asustados por la situación del país. No es casual que el 70% de los encuestados estén insatisfechos con la actuación del presidente Bush. La misma cadena de televisión le da en otro sondeo cinco puntos de ventaja a Obama sobre McCain en intención de voto.

COMO EN EL ´WATERGATE´ "Asusta ver cuántos estadounidenses admiten que están asustados", dijo Keating Holland, director de sondeos de opinión de la CNN, que añadió para poner este estado de ánimo en su perspectiva histórica: "Hasta ahora solo hemos visto este nivel de insatisfacción tres veces en las últimas cuatro décadas: cuando el caso Watergate , la crisis de los rehenes iranís y la recesión de 1992".

Los ejemplos citados por Holland se refieren a crisis políticas y económicas. Pero lo que está pasando ahora en EEUU es una tormenta perfecta política, económica y social, cuya enumeración es larga: la guerra (la misma encuesta dice que solo un 32% está a favor de permanecer en Irak); la desconfianza hacia el sistema político, simbolizado en ese Washington que todo el mundo critica y en el que nadie confía --"el 25% de los que dicen que las cosas van bien deben de ser políticos", ironizaba un cibernauta en un comentario en la web de la CNN--, y las múltiples ramificaciones de la situación económica. Está la crisis financiera, las empresas tradicionales que cierran plantas, reducen producción y se deslocalizan; la creciente pérdida de poder adquisitivo de la clase media, el alto coste de la sanidad, la amenaza del desempleo y la decadencia de las infraestructuras.

Mezclados todos estos elementos en la coctelera, el resultado es un país en el que parece que está calando el mensaje de cambio de Obama. Contra esto lucha McCain y, sobre todo, en lo referente a deshacerse de la larga sombra de Bush.