Dicen que la política es el arte de lo posible. Pero la historia de María Estela Martínez de Perón, más conocida como Isabelita, pone en duda el dicho. La figura de esta expresidenta, depuesta por un golpe militar en 1976, ha encontrado un lugar de peso en esa galería política de la Argentina donde lo inverosímil se funde con lo atroz.

Alguna vez bailó danzas españolas. Fue a parar a un cabaret panameño, donde Juan Domingo Perón, entonces exiliado, se fascinó con sus piernas. Primero la hizo su secretaria. Más tarde, amante. Luego le dio su apellido. A mediados de los 60, ya afincado en la España de Franco, Perón envió a Isabel por primera vez a Argentina como su delegada personal. Los peronistas ya se peleaban entre sí y su mujer poco pudo hacer para detener el alud de sangre.

En Buenos Aires, Isabel conoció al excabo policial y frustrado cantante de ópera José López Rega. Se lo llevó a Madrid como mucamo del anciano general. Isabel y el mayordomo compartieron el entusiasmo por el ocultismo. El Brujo, como se lo conocería, llegó a realizar un ritual con el cadáver de Eva Perón para traspasarle los poderes a Isabel.

Perón convirtió a su tercera esposa en su vicepresidenta, en 1973. Ganó las elecciones con más del 60% de los votos, pero murió a los 10 meses de asumir el poder. Isabel comunicó al país la luctuosa noticia con llantos. Y se quedó con todo. Cada vez que hablaba en público, López Rega estaba detrás suyo repitiéndole cada palabra, como si manejara una marioneta.

Lopecito no era un personaje más de este drama, sino el ministro con más poder y fundador de la Alianza Anticomunista Argentina (AAA), responsable de 1.500 muertes. Una protesta popular lo echó en 1975 y ella lo nombró "embajador plenipotenciario". Fue a España, donde se perdió su rastro. El Gobierno de Isabel le abrió las puertas a la represión estatal que, con la dictadura, llegó al paroxismo. Fue detenida la madrugada del golpe, el 24 de marzo de 1976.

Cuando Garzón la interrogó por la desaparición de ciudadanos españoles, Isabelita dijo ser "una pobre mujer ignorante". Tuvo prisión apacible hasta que fue a vivir a Madrid como una princesa. Sus huellas quedaron en Argentina.