En la mezquita Ibn Taimia de Rafá, donde el clérigo Abdelatif Musa declaró el viernes un efímero emirato islámico antes de morir sepultado bajo su vivienda, boquetes de bala y lanzagranadas cuartean el minarete y la fachada. En la calle hay versiones contradictorias. ¿Se inmoló el discípulo de Bin Laden con un cinturón de explosivos, como dice Hamás, o recibió disparos a quemarropa, uno en la sien, como cuentan los vecinos? Es difícil averiguarlo.

La policía islamista, que trató de vetar con amenazas la difusión de las imágenes de la batalla, ha acordonado la zona y expulsa a los periodistas. Gaza recuperó ayer su pulso habitual tras el tumultuoso fin de semana vivido después de que las milicias de Hamás se lanzaran a aplastar la rebelión de un grupúsculo yihadista afín a la red terrorista de Al Qaeda.

El choque se prolongó durante horas y 24 personas murieron en la peor colisión interna desde el 2007. El Gobierno islamista de la franja ha dado carpetazo al asunto. "La situación está totalmente bajo control", dijo ayer un portavoz de Interior. Las carreteras están tomadas por controles policiales. Y en la mezquita donde el jeque Musa lanzó su desvarío, ondea la incontestable bandera verde de Hamás.

Pero nadie está muy seguro de que el desafío haya terminado. Un desconocido grupo, supuestamente pro-Al Qaeda, amenazó ayer en una web con volar ministerios, instituciones y mezquitas de Hamás como represalia.

"PELIGROSAS" Los islamistas esperan una respuesta, pero están preparados. "No vamos a tolerar que nadie desestabilice esta sociedad. Sus ideas son peligrosas, predican una visión muy distorsionada del islam", dijo a este periodista el diputado de Hamás Sayyed Abú Msameg.

Desde la invasión estadounidense de Afganistán e Irak han proliferado en la franja los embriones de Al Qaeda. Hay más de una docena de grupos, según los expertos, aunque se cree que su militancia es muy reducida. Se reúnen en casas para eludir el control que ejercen las autoridades sobre las mezquitas.

Inicialmente, el Gobierno de la franja les dejó respirar. "No nos opusimos porque pensamos que su objetivo era luchar contra la ocupación israelí. Todo cambió cuando empezaron a atacar cibercafés e intereses cristianos", dice Abú Msameg.

Más incógnitas despierta Abdelatif Musa. En Rafá era un hombre respetado como médico y por sus pacíficos sermones. No se metía en política, hasta que declaró un emirato.