Tras 12 días de bombardeos incesantes e indiscriminados, el millón y medio de habitantes de Gaza tuvo ayer un respiro. Fue muy breve, como un pestañeo, pero durante tres horas Israel detuvo su ofensiva para permitir la entrada en la franja de un mínimo de ayuda humanitaria y los desplazamientos de los equipos sanitarios, que durante estos días se han jugado la vida cada vez que salían a atender a los heridos por los combates. Este paréntesis de tres horas, aceptado también por Hamás, se mantendrá diariamente mientras continúe la guerra. Y esta va a continuar. Ni Israel ni Hamás han logrado todavía aquello que persiguen.

ENCIERRO FORZOSO El llamado corredor humanitario comenzó a las 11 de la mañana y acabó a las 14 horas con puntualidad suiza. Los cañonazos sirvieron aquí de campanas para marcar su final. Mientras entraban algunos camiones con medicinas y alimentos, miles de palestinos aprovecharon para salir a la calle después de varios días de encierro forzoso.

Algunos corrieron a los supermercados, con las estanterías casi vacías, o a pelear por las raciones de comida que volvieron a distribuir los efectivos de la ONU. La mayoría fue a enterrar a sus muertos o a dar el pésame a alguien de la familia en esas carpas con sillas de plástico donde, en tiempos mejores, se ofrecían café y dátiles. Esas carpas funerarias son tan indisociables al paisaje de Gaza, como lo son los puestos de falafel en Israel.

MUERTE EN LA ESCUELA El duelo más multitudinario fue en la ciudad de Yabalia. Miles de personas asistieron a los funerales de las 45 personas masacradas la víspera por un obús israelí mientras se cobijaban en una escuela de las Naciones Unidas. El cementerio está tan saturado que algunos tuvieron que enterrarlos juntos. Nunca la sangre sale gratis en Oriente Próximo. Antes, la ONU había desmentido tajantemente que hubiera milicianos en el colegio atacado, y menos que dispararan desde allí, como dice Israel.

Tras el receso bélico, los aviones israelís dirigieron la batalla hacia el sur de la franja. Desde el aire, instaron a los habitantes de algunos barrios de Rafá a abandonar sus casas y, a continuación, bombardearon otra vez los túneles de contrabando que atraviesan la frontera con Egipto. Unas 800 personas se refugiaron en instalaciones de la ONU, donde se cobijan ya 14.000 desplazados. Ante los vaivenes diplomáticos para buscar un alto el fuego --ahora ya algo serios-- el Gabinete de seguridad israelí aplazó la decisión de autorizar la incursión del Ejército en el corazón de las ciudades de Gaza, la llamada "tercera fase". Al margen, el Gabinete refrendó la continuidad de las operaciones.

Ayer, murieron otros 30 palestinos, al menos 22 de ellos civiles. Van más de 700 muertos y 3.000 heridos desde el 27 de diciembre. En el lado israelí, donde ha bajado ligeramente el número de cohetes lanzados sobre el sur israelí, hay cuatro civiles y cinco soldados muertos.

La situación en Gaza sigue dando miedo. No hay luz ni agua corriente ni gasolina ni apenas pan, pero Israel sigue insistiendo en que no hay crisis, como decía su ministra de Asuntos Exteriores, Tzipi Livni. De hecho, el corredor humanitario lo autorizó, según uno de sus portavoces, para "prevenir una crisis". El máximo responsable de la ONU en Gaza, John Ging, dijo que las tres horas diarias de alto el fuego son del todo insuficientes. El Vaticano, a través de su responsable de Justicia, la comparó con "un campo de concentración". Algunas oenegés se sienten engañadas. Israel autorizó la entrada de 360.000 litros de fuel para la central eléctrica de Gaza. La ironía es que, para que funcione un día, hacen falta 500.000.