Ya sea por presiones de EEUU, ya sea porque Israel ha decidido darle una oportunidad al nuevo presidente palestino, Mahmud Abbás, alias Abú Mazen , el caso es que la crisis originada en la franja de Gaza por el continuo lanzamiento de cohetes artesanales Qasam y la posterior amenaza israelí de ocupar grandes zonas de la franja ha quedado, por el momento, desactivada. En el primer acuerdo de seguridad que palestinos e israelís alcanzan desde la victoria electoral de Abú Mazen, Israel dio ayer luz verde al plan de despliegue de policías palestinos en la frontera para abortar ataques contra Israel.

De esta forma, Abú Mazen logra alejar, por ahora, el fantasma de una masiva operación militar israelí y gana tiempo para continuar negociando un alto el fuego con Hamás y el resto de facciones armadas. De todas formas, a nadie se le escapa que la situación es muy delicada y que puede saltar por los aires si el movimiento islamista dispara un Qasam. El plan incluye el despliegue de unos 700 hombres, y su aplicación es inminente, según fuentes palestinas.

Un líder de Hamás, Mahmud Al Zahar, aprovechó el Aid al Adha (la Fiesta del Sacrificio, la fiesta musulmana más importante, que empezó ayer) para exponer sus condiciones: cese de toda actividad militar israelí, desmantelamiento de los puestos de control y la liberación de los presos. Una lista sobre la que Israel ni se plantea hablar.

Mientras, la muerte ayer de dos adolescentes no mereció repulsas políticas al más alto nivel ni amenazas de bloquear el proceso de paz por parte de la ANP. Salahadin Daraghma, de 12 años, murió en la aldea de Tubas de un tiro en la frente. El joven llevaba en la mano un rifle de juguete en el momento en que un grupo de niños lanzaba piedras contra vehículos del Ejército israelí. La otra víctima, Salah Abu Ayash, de 13 años, fue abatida de un tiro en la nuca a la puerta de su casa en el campo de refugiados de Rafah, al sur de Gaza.