Siete años después del inicio de la Intifada de Al Aqsa, las calles de la ciudad vieja de Jerusalén volvieron a ser ayer escenario de la batalla desigual entre las piedras palestinas y el sofisticado armamento antidisturbios de las fuerzas israelís.

Los peores momentos se vivieron en la Explanada de las Mezquitas. Al acabar la plegaria del mediodía, 200 agentes israelíes irrumpieron en el recinto y cargaron con gases lacrimógenos, granadas de humo y pelotas de goma contra los centenares de personas que se encontraban dentro. La mayoría de ellos eran adultos cincuentones, mujeres y ancianos, pero también había jóvenes que habían conseguido entrar burlando el control y que lanzaron piedras a los policías.

Al menos 17 palestinos fueron arrestados tras los disturbios, en los que 16 israelís y una treintena de árabes resultaron heridos leves. La entrada a la explanada había sido restringida a los hombres mayores de 45 años y a las mujeres mayores de 35 ante la previsión de disturbios por la protesta convocada por varios movimientos islámicos.

El origen de la discordia son las obras que Israel está realizando desde el martes a 60 metros de la mezquita de Al Aqsa, el tercer lugar santo del islam.

Las autoridades hebreas defienden que el puente proyectado de acceso a la explanada no dañará los cimientos de la mezquita. Pero el temor y las suspicacias se han desbordado entre numerosos países y dirigentes musulmanes, que acusan a Israel de querer destruir el santuario. Por eso también ayer en Nazaret se manifestaron 10.000 personas. "Quieren demostrar que debajo de la explanada está el Templo de Salomón. Por eso están excavando", dijo Nadíe, una palestina madre de dos hijos, que huía de los disturbios en la ciudad vieja de Jerusalén.

La ciudad vieja amaneció tomada por 3.000 agentes antidisturbios. Muchos de los fieles musulmanes se encerraron dentro de las mezquitas. El imán pidió calma a los fieles y llamó a las ambulancias, pero estas nunca llegaron a entrar porque Israel les impidió el paso.