El Ministerio de Transporte israelí, conjuntamente con Industrias Militares de Israel (IMI) y la empresa de autobuses Haargaz, ha desarrollado dos sistemas de seguridad para los vehículos públicos con los que pretende impedir más atentados suicidas. Con estas medidas se trata de evitar la entrada de los kamikazes en los autobuses y minimizar los daños en caso de que se produzca una explosión.

El ministro de Transporte israelí, Avigdor Lieberman, señaló que "el transporte público ha sido uno de los objetivos preferidos por los terroristas" y añadió que, para conjurar el fenómeno terrorista, habían desarrollado "la tecnología adecuada".

El primero de los dispositivos, que constituye la versión antikamikaze básica, comenzará a probarse en menos de tres semanas en cinco autobuses, y consta de 14 brazos metálicos que se entrecruzan y dificultan la entrada. El acceso se bloquea mediante un botón rojo e impide el acceso de cualquier sospechoso. El punto débil de este mecanismo es que sigue estando en manos del conductor la capacidad de frustrar el ataque suicida.

Hasta ahora, la labor del conductor había sido complementada por la de los guardias de seguridad apostados en las paradas de autobuses de ciudades como Jerusalén. Son los mismos cada día, lo que les permite diferenciar los rostros habituales de los extraños, y su cometido es descubrir a los suicidas antes de que suban al autobús.