En la playa del asentamiento Kibutz Kalia, situada en el norte del mar Muerto, un viejo embarcadero se oxida suspendido en el aire ante la mirada de los turistas que flotan más abajo en sus aguas o se embadurnan de lodo cumpliendo con uno de los rituales indisociables al lago más salado del planeta.

Construido hace nueve años en la superficie, el muelle languidece hoy a 10 metros sobre el nivel del mar, revelando la rapidez a la que menguan las aguas del mar Muerto. Su nivel desciende a un ritmo de un metro anual. En medio siglo, según los ecologistas, podría prácticamente desaparecer. La tierra que ha ido dejando el lago al descubierto desde que a mediados del siglo pasado empezó a encogerse de forma acelerada se ha convertido en el último foco de disputa entre israelís y palestinos.

A finales de junio el Gobierno israelí publicó varios anuncios en la prensa palestina comunicando su intención de declarar como tierras estatales tanto esa nueva orilla como algunas de sus inmediaciones, en la Cisjordania ocupada. No es ninguna minucia. Abarca 139 kilómetros cuadrados, más de un 2% de Cisjordania, un territorio al que Israel ya le arrebató el 11% de su superficie con el trazado del muro de separación.

PLAZO DE 45 DIAS Los anuncios daban a los palestinos un plazo de 45 días para presentar alegaciones, pero los expertos opinan que difícilmente se presentarán porque buena parte de la tierra ha estado históricamente bajo el agua. "Se trata de una confiscación en toda regla. Si los palestinos intentan explotar un día esa orilla para el turismo o la industria, Israel dirá que la tierra es suya", dice Hagit Ofran, portavoz de la organización israelí Paz Ahora. Estos planes contradicen las promesas del primer ministro israelí, Binyamin Netanyahu, acosado por EEUU para que detenga la colonización.

En su reciente discurso en la Universidad de Bar Ilan, declaró que no habría más confiscaciones de tierras. Pero el bocado es apetitoso. Tanto por su importancia estratégica, al ejercer de frontera con Jordania, como por su enorme potencial turístico y económico. En la orilla cisjordana hay playas de explotación privada, plantas de producción de cosméticos, lugares sagrados como el sitio del bautismo de Jesús o yacimientos como el de Qumrán, donde se encontraron los manuscritos del mar Muerto.

Desde el inicio de la ocupación en 1967, Israel es el único que ha explotado la ribera palestina del lago (una cuarta parte). Primero declaró una parte zona militar cerrada. Luego levantó asentamientos y bases militares y, con el tiempo, declaró tierra estatal algunos predios ribereños ligados históricamente a los distritos de Belén y Jericó. Hasta hace unos meses, y durante casi ocho años, ni siquiera permitió a los palestinos darse un chapuzón en el lago por "razones de seguridad".

De momento, la expansión económica en las orillas israelo-palestinas del lago está congelada. "Tenemos muchos planes y ofertas de inversores privados, pero primero hay que detener el retroceso de las aguas. No tiene sentido construir hoteles en medio del desierto", asegura Itai Ram, manager de la playa del kibutz Kalia. Las causas de la agonía del mar Muerto son la sobreexplotación de las aguas del río Jordán para el riego y el consumo de agua, la disminución de las lluvias y el acelerado proceso de evaporación provocado por las industrias minerales.

TRASVASE La solución para resucitarlo pasa por construir un canal para trasvasar agua desde el mar Rojo. El Banco Mundial lleva años estudiando la viabilidad del plan. Jordanos, israelís y palestinos lo apoyan, pero los ecologistas tienen muchas dudas. Si el proyecto triunfa abrirá un filón económico. Se habla de construir más hoteles, parques acuáticos e islas recreativas. Las orillas del mar Muerto se revalorizarán y su desarrollo alimentará a quien las controle.