Seis días después del inicio de la ofensiva israelí sobre Gaza, los políticos y militares israelís siguen sin hablar con una sola voz sobre los objetivos de la operación, que ayer dio un nuevo salto cualitativo con el asesinato de uno de los dirigentes políticos de Hamás, Nizar Rayan. Se habla de destruir el régimen islámico; de aniquilar la capacidad de las milicias para seguir lanzando cohetes; o de detener los proyectiles con la contundencia necesaria para obligar a los islamistas a aceptar sus condiciones de alto el fuego. Pero a tenor de lo visto, una idea se impone. El Estado hebreo apuesta por una estrategia de tierra quemada, o destrucción masiva, desdeñando el miserable futuro que legará al millón y medio de habitantes de la franja de Gaza.

Mientras el mundo celebraba el Año Nuevo, los cazas israelís reducían a escombros los edificios del Ministerio de Educación y el de Transportes y dañaban seriamente los de Finanzas y Exteriores. Todos ellos, dijo un portavoz israelí, son "componentes fundamentales de la infrastructura terrorista de Gaza". También recibía un serio varapalo la sede del Parlamento, inoperante desde que Israel arrestó a 40 diputados de Hamás como respuesta al secuestro de su soldado Gilad Shalit en junio del 2006. El grado de la destrucción es imposible corroborarlo porque Israel veta la entrada en la franja a los periodistas extranjeros.

MEDIO MILLAR DE OBJETIVOS En menos de una semana, los cazas hebreos F-16 han bombardeado medio millar de objetivos, que se suman a varios centenares más alcanzados por los helicópteros Apache, según el diario Haaretz . Los muertos en Gaza son ya 417 y 1.700 los heridos. Al menos 38 son niños y 25 mujeres, según Naciones Unidas. Del lado israelí, hay cuatro víctimas. Pero los cohetes palestinos siguen cayendo --casi un centenar en los últimos dos días-- y no se atisba la tregua, a pesar de los llamamientos internacionales a un alto el fuego inmediato.

De hecho, los pesos pesados del Gobierno israelí, en su afán por restaurar ese poder de disuasión perdido durante la guerra conta Hizbulá en el 2006, decidieron el miércoles continuar con la operación. "No empezamos la ofensiva para acabarla cuando los cohetes continúan como antes", dijo el primer ministro en funciones, Ehud Olmert.

Su primera fase, centrada en los bombardeos aéreos y navales, podría estar casi agotada y se espera ahora una invasión terrestre. En la frontera todo está preparado. Miles de soldados, carros de combate y cañones de artillería aguardan la orden definitiva. La intención del Ejército es lanzar una incursión masiva y contundente, pero limitada en el tiempo. Las lluvias, de momento, no acompañan.

Si bien es la población la que más sufre las consecuencias del asedio, Hamás está recibiendo un golpe durísimo.

Ayer por primera vez Israel acabó con uno de sus peces gordos. Un misil arrasó la vivienda del clérigo Nizar Rayan en el campo de refugiados de Yabalia, sepultando también a sus cuatro mujeres, y a cuatro de sus dos hijos, según el diario Haaretz .

DEL ALA MAS DURA Rayan era uno de los halcones de la organización islamista y ejercía de nexo entre la rama política y la militar. Era además partidario de responder a los bombardeos con atentados suicidas. Su muerte pone todavía más presión sobre la cúpula islamista.

Israel, dijo ayer uno de sus ministros, quiere acabar con todos los líderes de Hamás. Estos aun así no están dispuestos a dar su brazo a torcer. Su primer ministro, Ismail Haniya, dijo que antes de estudiar cualquier tregua, Israel debe detener sus ataques.

De momento la operación Plomo fundido cuenta con el apoyo de la mayoría de los israelís. Un 52% la respalda, aunque solo el 20% es partidario de una invasión terrestre.