Una tregua frágil e incierta se impuso ayer en Gaza después de 23 días de guerra, saldada con 1.300 palestinos muertos --410 niños-- y 5.300 heridos. Arrinconado por el alto el fuego con trampa de Israel, Hamás cedió a las necesidades de su pueblo y declararon también un cese unilateral de hostilidades, dando al Estado judío una semana de plazo para retirar las tropas. El repliegue comenzó ayer, pero la retirada de la franja no llegará hasta que Israel estime que la tregua se ha estabilizado. En medio de este diálogo de sordos, miles de palestinos trataron de volver a casa. Muchos no encontraron más que ruinas y cadáveres bajo los escombros.

A pesar de las llamadas de la diplomacia internacional a convertir esta tregua temporal en una suerte de paz duradera, el horizonte se presenta poco halagüeño. Israel ha logrado esquivar un acuerdo que imponga condiciones a las dos partes y, al mismo tiempo, prolongar el aislamiento de Hamás negándose a negociar con ellos. Bajo este escenario tan desequilibrado, Israel podrá seguir actuando a su antojo y a los fundamentalistas no les quedará otra que volver a lanzar cohetes cada vez que quieran reclamar algo.

LAS DEMANDAS De momento Hamás reaccionó a la amenaza israelí de reanudar la ofensiva si continuaban los disparos declarando un alto el fuego inmediato, secundado por el resto de facciones. Pero los islamistas necesitan algo más para dar sustancia a esa muy cuestionable "victoria" que proclamaron desde las mezquitas de Gaza que quedan en pie. Retirada de tropas en una semana y reapertura de las fronteras son sus demandas, según anunció desde Egipto el portavoz de Hamás, Aymán Taha.

Israel no quiere prisas, pero tampoco parece tener intenciones de reocupar Gaza, como volvió a decir el jefe de su Gobierno, Ehud Olmert. "Nos retiraremos en cuanto sea posible", afirmó después de clamar victoria la víspera. Parte de sus tropas y tanques regresaron ayer a casa, pero es solo un repliegue parcial. "No podemos fijar un calendario hasta que sepamos que el alto el fuego aguanta", dijo el portavoz del primer ministro, Mark Regev, respondiendo así a las exigencias de la ONU y Egipto para una retirada inmediata.

La jornada en Gaza no estuvo exenta de incidentes. Antes de declarar la tregua, por la mañana, las facciones palestinas lanzaron casi una veintena de cohetes contra Israel. También el Ejército israelí hizo lo suyo, a pesar de que había decretado un alto el fuego unilateral desde la medianoche. Un campesino del norte murió de un disparo cuando se dirigía a revisar lo que ha quedado de su campo. Además los helicópteros dispararon contra un grupo de personas que hacían cola frente a un cajero en Yabalia y la aviación bombardeó en la ciudad sureña de Rafá, en la frontera con Egipto.

Aun así muchos de los desplazados, entre 40.000 y 85.000 personas, trataron de volver a sus casas en las zonas que habían ocupado los israelís. Les esperaba un paisaje de destrucción. Miles de personas han perdido sus hogares, sus comercios, sus coches, sus campos, lo poco que tenían para sobrevivir. Una familia de Yabalia, por ejemplo, se encontró la casa aplastada y, debajo, los cadáveres de 25 de sus parientes en estado de descomposición. Solo ayer se descubrieron 95 cuerpos bajo las ruinas. Hamás quiso demostrar que mantiene el poder y sacó a la calle a sus policías y sus voluntarios del servicio civil. A aquellos que le quedan, para ser exactos.

A los islamistas les esperan días de reproches. Mucha gente está muy caliente, por la obcecación de la guerrilla en seguir lanzando cohetes mientras Israel arrasaba la franja de Gaza. Más satisfechos están los políticos israelís. A poco más de tres semanas de las elecciones, el gran triunfador de la guerra es el ministro de Defensa, el laborista Ehud Barak.