Siete palestinos muertos --entre ellos dos niños de 8 y 12 años-- y una cincuentena de heridos es el balance de la operación militar que lanzó la madrugada de ayer Israel en Rafah y su campo de refugiados, al sur de la franja de Gaza, junto a la frontera con Egipto. Según fuentes israelís, el objetivo de la operación, que seguirá varios días, es destruir los túneles por los que los palestinos estarían introduciendo armas desde Egipto.

Los blindados, helicópteros, tanques y el regimiento de élite de infantería que participan en la operación se encontraron, según fuentes israelís, con una "fuerte resistencia", lo que dio lugar a enfrentamientos. Fuentes palestinas dijeron que sólo dos de los muertos estaban armados, y que el resto eran civiles. Varios testigos afirmaron que un helicóptero disparó un misil contra un grupo de 50 civiles, causando numerosos muertos y heridos. El Ejército replicó que el helicóptero disparó contra milicianos armados.

Rafah es uno de los campos de batalla habituales en la franja de Gaza, donde el Ejército, según fuentes israelís, ha descubierto más de 70 túneles. Pero la que se inició ayer es la más importante, a causa de varios informes que afirman que los palestinos tratan de introducir misiles antitanques y antiaéreos.

LA AMENAZA

Según Israel, estas armas podrían destruir helicópteros, tanques y hasta aviones que aterrizan y despegan del aeropuerto de Tel-Aviv si llegaran a Cisjordania. Hasta hoy, los palestinos nunca han usado este arsenal.

Estos son los argumentos para justificar una operación militar que causará una grave situación humanitaria en Rafah, una zona ya de por sí duramente castigada. La búsqueda de los túneles se hace en las casas particulares por lo que, además de las víctimas, numerosos palestinos se quedarán sin hogar en una zona donde, por otro lado, la destrucción de hogares es casi cotidiana.

La Autoridad Nacional Palestina calificó la operación de "crimen de guerra" a través de Nabil Abu Rudainah, el asesor del presidente Yasir Arafat. Pero no fue Rafah la principal preocupación ayer en Ramala, sino la crisis desatada por la amenaza de dimisión de Ahmed Qurei, alias Abu Ala, como primer ministro.

Fuentes palestinas afirmaron que durante todo el día hubo numerosos intentos de mediación entre Arafat y Qurei --quien mantuvo silencio-- para solucionar una crisis ocasionada por la pugna por controlar los servicios de seguridad y por la naturaleza del Gobierno de Abu Ala.

POPULARIDAD A LA BAJA

El Gobierno de Sharon tampoco puede tirar cohetes. La opinión entre los israelís de la gestión de su primer ministro no es demasiado positiva. Según una encuesta publicada ayer por el diario Maariv, el 54% de los israelís "no están satisfechos" con la labor "en términos generales" de Sharon al frente del Gobierno, frente al 37% que sí lo está. En unos meses el primer ministro ha dilapidado unos índices de popularidad que llegaban el 60%.