La espiral de violencia en la frontera líbano-israelí aumentó ayer con la muerte de un adolescente judío, agravando la crisis que sufre la pacificación de Oriente Próximo. El Gobierno de Ariel Sharon afronta la reapertura del conflicto con los proiranís de Hizbulá, un parón en la negociación con los palestinos y el descontento de los drusos --una comunidad de alrededor 50.000 personas-- que ayer protagonizaron duras protestas en Jerusalén.

Los helicópteros israelís atacaron ayer las posiciones de los islamistas libaneses en los alrededores de la localidad de Tayr Harfa en represalia por el ataque con artillería antiaérea que horas antes causó el fallecimiento de un israelí de 16 años y heridas a otras cuatro personas en Shlomi, en la parte occidental de la frontera entre Israel y el Líbano. Este ataque fue el cuarto registrado desde el pasado viernes y el primero en el que perece una persona. La tensión se incrementó en la zona fronteriza tras la muerte, el pasado día 2, de un miembro del grupo shií en la explosión de un coche, en un barrio del sur de Beirut (capital del Líbano), y que fue atribuido a Israel.

Israel presentó el viernes una queja oficial al secretario general de la ONU, Kofi Annan, por los ataques y se planteaba la petición de una reunión urgente del Consejo de Seguridad. El Ejecutivo libanés también remitió ayer a la ONU una queja urgente contra Israel por "sus agresiones y sus amenazas", así como por "violaciones de la soberanía".