Ocho palestinos y un soldado israelí muertos es el balance de la operación que el Ejército hebreo lanzó ayer en la ciudad palestina de Beit Janún, al norte de la franja de Gaza. La ofensiva, cuyo objetivo es detener el lanzamiento de cohetes Qasam contra territorio israelí, es la mayor que Israel ha efectuado desde que el pasado 25 de junio fue capturado el soldado israelí Gilad Shalit, y se produce cuando diferentes fuentes palestinas e israelís afirmaban que un acuerdo para intercambiar al rehén por presos palestinos estaba en su recta final.

Los dirigentes israelís llevan semanas advirtiendo de que el Ejército planea "expandir su actividad en Gaza" y lanzar una "operación de gran magnitud" contra los cohetes Qasam y contra la entrada de armas de contrabando por la frontera entre la franja y Egipto.

Por eso, cuando al amanecer los tanques entraron en Beit Janún y las tropas se concentraron alrededor de Rafá, se dio por hecho de que la gran invasión augurada desde el secuestro de Shalit había comenzado. Pero el gabinete de seguridad afirmó que solo ha dado su visto bueno al Ejército para seguir sus operaciones ordinarias en Gaza y "empezar los preparativos de la operación militar extendida".

"MASACRE" Sea extendida u ordinaria desde el punto de vista israelí, para los palestinos se trata de "otra masacre", según el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abbás, alias Abú Mazen . El líder palestino coincidió por una vez con su primer ministro, el islamista Ismail Haniya, quien también habló de "masacre". De los ocho palestinos muertos, al menos cinco eran milicianos de Hamás. Entre la treintena de heridos hay un niño de 11 años.

Tras el juego de calificativos del Gobierno de Ehud Olmert para bautizar las acciones militares, subyacen las discrepancias entre el Ejército y el ministro de Defensa, Amir Peretz, sobre la estrategia a seguir en la franja. Ambos coinciden en el diagnóstico: las milicias palestinas siguen disparando cohetes Qasam desde el norte (incluso lo hicieron ayer); Abú Mazen y, de paso, Al Fatá deben ser reforzados contra Hamás, y el movimiento islamista se está rearmando.

DISCREPANCIAS Sin embargo, generales y ministro difieren en la receta, ya que mientras los primeros apuestan por reocupar parte del norte y del sur, el segundo no está por la labor de grandes aventuras bélicas.

Peretz ganó ayer la partida en el dividido gabinete de seguridad, pero la mayoría de analistas israelís consideran que el Ejército se saldrá con la suya. Quien no tiene dudas es el ministro de Amenazas Estratégicas, el ultranacionalista Avigdor Lieberman --de origen ruso--, quien propuso que Israel actúe en Gaza "igual que Rusia en Chechenia".

La operación militar es inoportuna, ya que coincide con la llegada a El Cairo de emisarios de Hamás y de Al Fatá para intentar cerrar un acuerdo global que incluya un Gobierno de unidad y el intercambio del soldado Shalit por presos palestinos. Varios líderes palestinos, entre ellos Haniya, habían dicho que el acuerdo para el intercambio de Shalit estaba muy cercano.