Crisis de Gobierno. Nada nuevo en Italia. Cuando han desfilado por el palacio Chigi 63 ejecutivos en 70 años, el temor que la palabra 'crisis' despertaría en cualquier otro país en Italia queda muy relativizado. Quizá demasiado. Corresponde ahora al presidente de la República, Sergio Mattarella, al igual que ya tuvieron que hacer sus antecesores en numerosas ocasiones, buscar la fórmula para salir del atolladero en que se encuentra Italia tras la dimisión de un derrotado Matteo Renzi y lograr un nuevo Gobierno.

Mattarella tendrá donde escoger. Los 63 habidos desde el final de la segunda guerra mundial ofrecen un amplio muestrario con fórmulas para todos los gustos y para las distintas necesidades políticas. Hay el ‘governicchio’, sin mayoría parlamentaria estable, abocado a una breve duración. Hay el ‘governo balneare’, que es un Gobierno estival que sirve literalmente para pasar el verano, de modo que los políticos puedan irse de vacaciones dejando para septiembre los deberes de formar uno de verdad.

LA LISTA

Hay también el ‘Gobierno técnico’ que consiste en un Ejecutivo de mera gestión, sin una adscripción política, puesto en pie cuando no hay manera de formar un Consejo de Ministros debido a los vetos cruzados y las mayorías de los partidos. Y luego están el ‘Gobierno de unidad nacional’, y el de ‘solidaridad nacional’ y el de ‘amplio acuerdo’ y…

Y luego cada uno de estos gobiernos puede tener una composición bien curiosa que pasa por varias combinaciones numéricas que van del monocolor (el más raro) al pentapartido, muy frecuente en la primera República. Si se mira la lista de los 63 ejecutivos desde 1945 hasta hoy con sus primeros ministros, parece que sea el linaje de una dinastía o la lista de los papas de una extraña religión: Craxi I, Fanfani III, Andreotti VII, De Gasperi VIII, Berlusconi IV. Muy escasos son los que no llevan un número ordinal junto al nombre porque la repetición ha sido la norma.

El líder del Partido Democrático es uno de los sin número, pero solo de momento, porque si algo tiene Renzi es ambición política, aunque en esta ocasión le haya fallado estrepitosamente el olfato. Y sabe cuán verdad es aquella célebre frase de Giulio Andreotti según la cual “el poder desgasta a quien no lo tiene”.

FUNCIONANDO SIN GOBIERNO

También es verdad que los tiempos no son los de la época en que Italia vivía un gran desarrollo económico con grandes compañías --Fiat, Olivetti, Pirelli, Ferrari-- y un amplio sector de pequeña y mediana empresa. Con o sin Gobierno el país funcionaba. Hoy la crisis económica no permite el ‘trilerismo’ político del pasado.

Renzi, el primer ministro de los mil días, se había hecho la ilusión de ser el anfitrión, el próximo mes de marzo, del 60º aniversario del Tratado de Roma, que se firmó en el Capitolio de la ciudad y del que Italia es el depositario. Con aquella firma nacía la Comunidad Económica Europea (CEE) que después daría paso a laUnión Europea (UE). El primer ministro dimitido ya no presidirá la ceremonia y la UE, en su actual estado de declive, acosada todavía por la crisis económica y por los populismos y la renacionalización en tantos países, tendrá poco que celebrar. En este sentido, Italia es una gran parábola. Fundadora de la UE hace 60 años, ahora el antieuropeísmo del Movimiento 5S de Beppe Grillo, la Liga Norte de Matteo Salvini y, en menor medida, Forza Italia de Silvio Berlusconi está socavando aquel legado.