«No hay vencedores ni vencidos aquí. La historia, por delante, nos juzgará. Y le pido a Dios que los dos estemos frente a frente». El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, echó el jueves (madrugada del viernes en España) a su ministro de Salud Luiz Henrique Mandetta con un «agradecimiento desde el fondo del corazón» mientras las muertes por coronavirus ascendían ya a 2.000.

Al margen de las palabras edulcoradas, el capitán retirado quiso poner fin a una disputa con ese médico conservador que, contra sus indicaciones, defendía las medidas de confinamiento de los gobiernos regionales.

La salida de Mandetta provocó otra ola de caceroladas en las principales ciudades del país donde se repitió como un mantra el grito de fuera Bolsonaro. Su sustituto, el oncólogo Nelson Teich, aseguró que tendrá una «alineación completa» con el presidente. «Por mucho que hablemos de salud y economía, no importa lo que digan, al final siempre está la gente», dijo de modo ambiguo al tomar posesión del cargo.

El diario paulista Estado le recibió con pesimismo en su editorial. «Solo gana el virus, porque Teich necesitará un tiempo que no existe».

El nuevo ministro asume el cargo en medio de enormes dificultades. Los infectados son más de 31.000, aunque varios especialistas llegan a multiplicar por 10 la cifra oficial. El sistema está cerca de colapsar. En Río de Janeiro se utilizan el 88% de las camas de cuidados intensivos.

«No piensen que estamos libres de un pico de esta enfermedad», advirtió Mandetta antes de irse. Bolsonaro hizo como si no lo escuchara. Durante la toma de posesión de Teich reiteró su deseo de reabrir los comercios. «Es un riesgo que corro», dijo, en abierto desafío a los que sostienen la necesidad de mantener la cuarentena.