Japón conmemoró hoy el 66 aniversario del final de la II Guerra Mundial con una gran ceremonia en Tokio, en la cual también se recordó a las víctimas de la tragedia que el pasado 11 de marzo devastó el noreste del país.

El emperador Akihito, la emperatriz Michiko y el primer ministro, Naoto Kan, encabezaron un acto al que asistieron unos 4.900 familiares de los cerca de 3,1 millones de japoneses que perdieron la vida durante la contienda militar, informó la agencia local Kyodo.

El primer ministro reafirmó su compromiso de que el país no vuelva "a participar en una guerra" y contribuya "activamente en el establecimiento de una paz permanente en el mundo", al tiempo que quiso recordar también a las víctimas de la tragedia del pasado 11 de marzo, que dejó más de 20.000 muertos y desaparecidos.

Kan subrayó la experiencia que tiene Japón, tras la II Guerra Mundial, a la hora de superar las dificultades que supone una reconstrucción y expresó su confianza en que del mismo modo se restablecerán las zonas afectadas por el terremoto y posterior tsunami que el pasado 11 de marzo asoló el noreste del país.

Akihito rindió homenaje a los caídos y aseguró que espera que "la tragedia de la guerra no se repita", al tiempo que pidió "por la paz mundial y la prosperidad de Japón", añadió Kyodo.

El evento, que contó con 43 viudas de fallecidos y numerosos familiares, se inició con un minuto de silencio y la tradicional entrega floral en un altar que sirvió de homenaje a los cerca de 2,3 millones de soldados y 800.000 civiles nipones muertos durante la guerra, informó la televisión local NHK.

El acto también contó con la presencia de unos 140 familiares de personas fallecidas en las provincias de Iwate, Miyagi y Fukushima, las más afectadas por la catástrofe del 11 de marzo.

Al igual que sucediera el año pasado, ni Naoto Kan ni ninguno de sus ministros visitaron el polémico santuario de Yasunuki en Tokio, que honra a los soldados fallecidos en combates, entre ellos 14 oficiales del ejército imperial considerados criminales de guerra.

El 15 de agosto de 1945, el emperador Hirohito, padre del actual mandatario, anunció la rendición incondicional de Japón en un mensaje radiado en el que también renegó de su supuesto carácter divino.