La comisión Turkel, que investiga el asalto israelí a la flotilla de Gaza, se está convirtiendo en un baile de reproches entre políticos y militares. Después de que el primer ministro, Binyamin Netanyahu, achacara la responsabilidad de la operación al ministro de Defensa, Ehud Barak, y este atribuyera los fallos en la ejecución a los militares, el jefe del Ejército, Gabi Ashkenazi, dijo ayer que sus comandos no estaban preparados para un choque violento con los activistas del Mármara Azul. Y añadió que fue un error no haber utilizado francotiradores para despejar el camino a los soldados.

Con un tono más autocrítico que el lienzo blanco exhibido por Netanyahu y Barak, Ashkenazi reconoció fallos de inteligencia y ejecución de la operación. Según explicó ante el comité, cuyos jueces suman 85 años de media, el Ejército se equivocó al pensar que no más de 15 activistas esperarían a los soldados en cubierta. "Pensamos que podríamos disolverlos con granadas de humo" antes de descolgar a los comandos desde el helicóptero. Pero lo que encontraron fue una firme resistencia con "palos y cuchillos", y la redada se convirtió súbitamente en un "caos". Uno de los soldados, aseguró Ashkenazi, recibió un disparo en el pecho.

"Deberíamos haber utilizado francotiradores para incapacitar a aquellos que intentaron prevenir el abordaje y así reducir el riesgo de los soldados. Esta es la principal lección", dijo.

Al final, nueve activistas turcos murieron en la operación, y la indignación internacional forzó a Israel a suavizar el embargo de Gaza. Pero la secuencia del abordaje sigue estando incompleta, porque Israel confiscó el material gráfico registrado por los periodistas y pasajeros a bordo del Mármara Azul.

La otra cara de la historia, la versión turca, se presentará ante la comisión creada por la ONU, cuyo mandato se limitará a "aclarar las circunstancias" del asalto, no a buscar culpables.