Los telespectadores que el pasado miércoles siguieron la inauguración de la presidencia italiana de la UE en la sede del Parlamento Europeo de Estrasburgo a través de los canales RAI-1 y RAI-2 (equivalentes a TVE-1 y La 2) no se enteraron de la tempestad política e institucional que su primer ministro estaba provocando. Las imágenes y las palabras de Silvio Berlusconi mientras calificaba de "kapo" (prisionero que utilizaban los nazis como guardián) al líder de los socialdemócratas alemanes en la Eurocámara, Martin Schulz, y en las que definía a los socialistas europeos como "turistas de la democracia" no fueron retransmitidas. A los telespectadores del Canale 5, el de más audiencia de las tres emisoras privadas y propiedad de Berlusconi, les fue un poco mejor: después de que el presentador pidiera repetida e inútilmente, en directo, la conexión con Estrasburgo, las imágenes llegaron, pero sólo al final del informativo: primero sin sonido y después con un relato indirecto de cuanto había sucedido. Ninguno de aquellos telespectadores pudo ver tampoco el nerviosismo del viceprimer ministro, Gianfranco Fini, mientras, sentado al lado de Berlusconi, tiraba varias veces de la manga de su chaqueta para que se callase. Después de los siete meses que duró el primer Gobierno de Berlusconi, de 1994, y los dos años que ya van del segundo (desde el 2001), los telespectadores italianos sufren esas sutiles formas de censura, que en España recuerdan la época en la que el diario Le Monde llegaba a los abonados con una página recortada o no pasaba tan siquiera la frontera. Los telespectadores italianos son más afortunados porque actualmente existe internet, los diarios extranjeros se venden sin fronteras y las plataformas televisivas son imparables.CUESTION DE ATRIBUTOSPero el telespectador de clase media baja, elector mayoritario del centroderecha de Berlusconi, tiene dificultades para acceder a esa información, aunque aplaude los comentarios de los portavoces de la Liga del Norte de Umberto Bossi, aliada del Gobierno. "Berlusconi ha demostrado que tiene atributos", comentó el vicepresidente liguista del Senado, Roberto Calderoni. "Ha hecho bien en responder como correspondía. Así nos respetarán", han declarado muchos italianos en distintas encuestas realizadas en la calle. Un psicoanalista freudiano podría bucear en esa especie de complejo de inferioridad que sufren muchos italianos o en una cierta inseguridad histórica, injustificada, debida a haber llegado mucho más tarde que los demás al Estado central moderno. "Berlusconi hunde el semestre italiano", escribieron después del ataque de ira del primer ministro los principales diarios de Italia. Mientras, el presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, y el presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, intentaban recomponer el cisco y crear unos diques de contención para que los daños ya inevitables para la política exterior italiana no se prolongaran en el futuro. Para la exterior y para la interior, pues el mazazo de Berlusconi ha puesto sobre el tapete la crisis que ya chirriaba entre los partidos de la coalición conservadora. El discurso que el nuevo presidente de los europeos leyó el miércoles ante la Eurocámara había sido preparado con esmero por los diplomáticos italianos. Sin embargo, a la primera crítica que se le presentó delante, Berlusconi explotó como nadie esperaba. En los ambientes parlamentarios de Roma se cuenta que el primer ministro ingiere cortisona para paliar las consecuencias de un ya curado tumor de próstata y que esas explosiones públicas de euforia nerviosa son un efecto colateral de la terapia. Sin embargo, en el país se barajan explicaciones menos simplistas. "Berlusconi no es un gafe, no hace nada por casualidad, no improvisa", afirma Massimo Cacciari, filósofo y exalcalde de Venecia por los progresistas, según el cual, "las polémicas las suscita con premeditación con el fin de consolidar el esquema amigo-enemigo". O conmigo o contra mí. Sin matices.COMO BUSH Y AZNAREste esquema coincide con el que el actual presidente de Estados Unidos, George Bush, está introduciendo en la política exterior de su país ("el Bien contra el Mal") y José María Aznar intenta aplicar también en España. Dentro de esa visión de tintes religiosos, explica Cacciari, la política está dejando de ser un instrumento de mediación, y la democracia, un sistema basado en frágiles pero severas reglas del juego. Por otra parte, fue el mismo Berlusconi quien alimentó personalmente el carácter "mesiánico" de su entrada en política, autocalificándose como "ungido" e invitando a sus electores a "transformarse en apóstoles" de "una cruzada" contra los comunistas. Hace dos semanas, desde los micrófonos de la radio francesa Europe-1, Berlusconi salió al paso de las críticas diciendo con satisfacción que en Italia "nunca estuvo tan clara (como ahora) la división entre los moderados y los extremistas, el amor y el odio, el bien y el mal, la verdad y la mentira". Así que si Berlusconi representa un "peligro", concluyen estos análisis, no es porque con su lenguaje poco político y muy popular hace reír a la gente, sino porque su manera de hacer política estaría minando los mecanismos fundamentales del gobierno democrático.

Berlusconi empezó su carrera empresarial cantando en los cruceros. Cuando se encuentra frente a un público, el primer ministro italiano habla como lo haría a un grupo de amigos en el bar del barrio, salpicando sus monólogos con chistes, que con frecuencia tienen claras connotaciones sexuales.

"¡Muéstrasela!", gritó a una candidata del centroderecha en las pasadas elecciones municipales, usando una ambigua expresión que en italiano corriente significa "hazles ver quién eres", pero también en referencia a una parte anatómica femenina que en el idioma de Dante Alighieri se expresa en femenino. En otra ocasión, cuando corrieron voces, discretamente recogidas por los diarios, de que su esposa tenía una amistad especial con el filósofo progresista Cacciari, Berlusconi aprovechó una cumbre de la presidencia europea, entonces danesa, para decir en público al primer ministro de Copenhague, Anders Fogh Rasmussen, gay declarado, que le presentaría a su esposa, porque él era más guapo que el filósofo veneciano.

Los psicólogos que han analizado la popularidad del primer ministro italiano, como Paolo Legrenzi, explican que las claves del éxito de Berlusconi son la seducción y las promesas, fórmulas que fácilmente transforman la popularidad en populismo. Algunos comentaristas llaman a Berlusconi "el monarca sin corona" y también "el pequeño César", aludiendo al poder absoluto que supuestamente el primer ministro desearía para sí.

Se trata de un poder que en la ideología berlusconiana procede del pueblo, de las elecciones. A Berlusconi le gusta repetir que ha sido "investido" por los electores. "Nadie está en condiciones de dar lecciones de moralidad al Gobierno elegido por los ciudadanos", dijo la semana pasada. Por esta razón, Berlusconi se considera como "intocable" y contempla las reglas del juego democrático con incomodidad.Ver más