Se les acusa de pertenecer a una organización terrorista. En el momento de su detención celebraban un taller un Estambul para aprender a encriptar información, almacenarla de forma segura en un teléfono e impedir que la policía pudiera acceder a ella. Ayer, en medio de una gran expectación internacional, empezó su juicio.

Son los conocidos como los 11 de Estambul, un grupo de activistas por los derechos humanos entre los que se encuentran la directora en Turquía de Amnistía Internacional (AI), Idil Eser; el presidente de esa misma organización en el país, Taner Kiliç; la activista Özlem Dalkiran; el alemán Peter Steudtner, y el sueco Ali Gharavi, entre otros.

La fiscalía considera que buscaban cometer ilegalidades y que su objetivo era modificar la situación política actual a través de «organizaciones que actuarían como oenegés pero dirigidas por organizaciones terroristas».

«Es evidente que los procesamientos se han decretado por motivos políticos, con objeto de silenciar las voces críticas dentro de Turquía», ha dicho John Dalhuisen, director de AI para Europa, que considera el juicio absurdo.

A los acusados -dos de los cuales están en libertad condicional- se les vincula con tres organizaciones distintas, algo común en los juicios contra periodistas y activistas en Turquía. Concretamente, según la fiscalía, estos activistas tienen relación con la guerrilla del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), el grupo armado marxista turco DHKP-C y la cofradía de Fetulá Gülen. A este último, el Gobierno del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, le acusa de orquestar el intento de golpe de Estado del 15 de julio del 2016. En esa noche, a causa de la intentona, murieron 250 civiles.

«Estos dos juicios serán una prueba de fuego para el sistema judicial turco. Si un relato de ficción elaborado mediante acusaciones absurdas e infundadas puede subvertir la justicia, será un sombrío día para la justicia turca y un augurio nefasto para el futuro de los derechos humanos en el país. Ha llegado el momento de dejar en libertad sin condiciones a nuestros compañeros, algo que debería haberse hecho hace mucho tiempo», ha exhortado Dalhuisen.