Impertérrito, el régimen birmano anunció ayer la abrumadora victoria del entre los supervivientes del ciclón Nargis en el referendo constitucional. Mientras, los primeros cooperantes extranjeros llegaron ayer con cuentagotas al delta del Irauadi, pero la apertura de la frontera para el auxilio a los 2,4 millones de damnificados parece complicarse tras un misterioso incendio en la Embajada de Birmania en Bangkok, que es la encargada de tramitar los visados.

Un 98,1% de los electores, según datos oficiales, acudieron a las urnas y el 92,4% votó a favor del texto con el que los militares, en el poder desde 1962, se autoamnistían y legitiman su continuidad. Desoyendo las críticas de todo el mundo, la Junta se limitó a aplazar dos semanas la convocatoria en las zonas más castigadas por el ciclón, que ha causado al menos 134.000 muertos y desaparecidos.

Mientras, el grado de cumplimiento de la promesa del generalísimo Than Swe al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, de facilitar el acceso a cooperantes y a la ayuda extranjera sigue siendo una incógnita. "Mi sincera esperanza es que hagan honor a su compromiso, lo que aún está por ver", declaraba Ban en Bangkok (Tailandia), antes de emprender el viaje de vuelta a Nueva York tras su gira por la región. "Esperamos algo por escrito", dijo Chris Webster, de la oenegé World Vision. Tres cooperantes del Programa Mundial de Alimentos (PAM) de la ONU y ocho de Médicos sin Fronteras ya están en el delta, donde "la mayoría de la gente aún no ha recibido nada de comida", según el portavoz del PAM, Paul Risley.

MISTERIO EN LA EMBAJADA Solo faltaba el incendio en la Embajada de Birmania en Bangkok, del que muchos dudan que sea fruto de la casualidad. "Ellos mismos le han prendido fuego para impedir que entremos en Birmania", le decía un cooperante francés al comandante tailandés Thanbayoon Thonjalatwong.

Una cincuentena de cooperantes y unos pocos turistas acusaban sin ambages a la Junta militar birmana de utilizar todas las estratagemas posibles para impedir la entrada de extranjeros, ya sean médicos o periodistas. Para ellos está claro que los generales no quieren testigos. Ante las protestas, los funcionarios birmanos cerraron las puertas.

El caso es que a las ocho de la mañana (hora local), una impresionante columna de humo negro se abría paso entre los rascacielos del centro de Bangkok. A primera vista, parecía que ardía uno de ellos, pero a medida que uno se acercaba veía que era una casa de planta baja y un piso, con el techo de madera. "Se trata de las oficinas consulares", precisó un funcionario, que se apresuró a cerrar la verja. La policía, en cambio, negaría después que dichas oficinas, en las que las organizaciones humanitarias han depositado sus peticiones de visados, fueran las afectadas. En todo caso, el inmueble resultó dañado y la embajada cerró. "No hay visados hasta nueva orden", le dijo por el interfono el empleado a un cooperante suizo que pedía una explicación.