Pasadas dos décadas del episodio más doloroso de la historia moderna china, sus protagonistas impiden que el eco de los tanques se apague. Una guerra de memorias ha roto el silencio oficial sobre la matanza de Tiananmén que defiende la mayoría de la población, incapaz de entender la terquedad occidental por reabrir la herida.

El año pasado se publicaron las memorias de Zhao Ziyang, exsecretario general del partido y ensalzado como mártir al oponerse a la intervención militar. Zhao fue purgado y sufrió arresto domiciliario hasta morir en el 2005, a los 85 años. Ahora responde su rival, Li Peng, exprimer ministro y señalado como el carnicero de Tiananmén . El libro será publicado el mes próximo. Solo se conocen extractos filtrados por el editor a la prensa de Hong Kong. Parece suficiente para concluir que serán razonablemente honestas. Li justifica la carnicería. Para ello describe la noche del 3 de junio como una guerra cruenta entre dos bandos equiparables: "Cuando los soldados entraron en Tiananmén fueron atacados por alborotadores organizados. Ellos dispararon primero, quemaron vehículos de los militares, les golpearon brutalmente y mataron. Cuando el Ejército tuvo que disparar en defensa propia, las dos partes sufrieron bajas".

La corriente reformista liberal y la dura, personalizadas en Zhao y Li, pugnaron en las semanas previas por imponer su solución a las protestas de miles de estudiantes, obreros e intelectuales. La historia oficial describe en aquellos días a Deng Xiaoping, el arquitecto de las reformas, como viejo, tenía 84 años y desconcertado, que aprobó el derramamiento de sangre manipulado por Li. Es la vía china para lavar la cara a sus líderes: también la banda de los Cuatro ocultó presumiblemente a Mao los desmanes de la revolución cultural.

Las memorias de Zhao culpan a Deng de Tiananmén por ser el máximo responsable político, pero describen las intrigas palaciegas de Li para arrinconar a su bando. Este niega ahora que tuviera que convencerle. "Las medidas para la ley marcial deben ser aplicadas con mano firme, hay que minimizar los daños, pero debemos estar preparados para derramar algo de sangre", dijo Deng, según Li.

Salud precaria

El exprimer ministro ha estado alejado de los focos en los últimos tiempos. Quiso publicar sus memorias el año pasado para responder a las de Zhao, pero el partido no le dejó. Con 82 años y salud precaria, su libro quiere limar su imagen, una batalla perdida de antemano. Además de defender el reparto de culpas en aquella ignominia, acusa a Zhao de espolear las revueltas hasta llevarlas al desenlace fatal, en especial con su famosa visita a los estudiantes del 19 de marzo. "Zhao lo convirtió en un espectáculo, homenajeando a los manifestantes con reverencias".

El editor de Li es Bao Pu, el mismo que publicó las memorias de Zhao. Es también el hijo de Bao Tong, colaborador de Zhao, aún bajo vigilancia domiciliaria. Según Bao, un intermediario le hizo llegar los escritos, que están pendientes de autentificar, pero no duda de que son originales. Se publicarán en Hong Kong, territorio chino que conserva las libertades. Las revelaciones de Li, como las de Zhao, se quedarán en la isla.

Contra el olvido solo luchan las Madres de Tiananmén, cuya voz se apagará pronto por razones biológicas. El resto no pide investigaciones oficiales, depuración de responsabilidades, datos de muertos ni reconocimientos de culpa. Solo quiere pasar página.